
«La isla mínima» arrasa con diez premios, entre ellos los de mejor película y mejor director y los concedidos a los dos actores gallegos
08 feb 2015 . Actualizado a las 21:23 h.La de ayer fue la gran noche de La isla mínima y Alberto Rodríguez. Después de irse con las manos casi vacías hace dos años con Grupo 7, los Goya no le fueron esquivos y recompensaron el filme con diez galardones, entre ellos los de mejor película y mejor director. Un éxito al que no fueron ajenos dos intérpretes gallegos, que se enfrentaban a una dura competencia en sus respectivas categorías. Pero lo consiguieron. Javier Gutiérrez se impuso como mejor actor protagonista, mientras que Nerea Barros redondeó la fiesta con su estatuilla como actriz revelación.
Sobre el escenario, Javier Gutiérrez se declaró «al borde del colapso» pero habló con total serenidad. Recordó al joven que se fue de Ferrol «con 18 años con la ilusión de ser un cómico» y agradeció a quienes le habían acompañado en ese viaje, especialmente a Alberto Rodríguez y a Raúl Arévalo, su compañero en La isla mínima y también rival en la categoría por la que competían ambos. Después de darle las gracias a su madre, hermanas, compañera e hijo, se despidió: «Este ha sido un gran año para el cine español. Que no nos roben la ilusión».

Nerea Barros fue superando la emoción inicial de verse en el escenario -«No me lo esperaba en absoluto»- para dar las gracias a las otras actrices nominadas y el equipo de la película, además de acordarse de su «terra galega»: «Quérovos moito», exclamó, antes de concluir con un sonoro «Viva el cine español, viva el público español».
Antonio Banderas también rompió con eso que casi es una tradición de darle un Goya de honor a quien enfila el ocaso de su carrera. Todo lo contrario. Banderas, presentado por Pedro Almodóvar, se acordó de su familia pero también todos los que trabajan en el cine pero nadie les pide un autógrafo (carpinteros, electricistas, conductores...), invitó a los presentes a disfrutar del caos como el estado natural de un artista y afirmó que ante él se abría un nuevo horizonte vital y profesional: «Ahora empieza la segunda parte del partido de mi vida».
Fue uno de los momentos para recordar de una gala a la que el presentador, Dani Rovira, puso humor -aunque no hay humor que sobreviva intacto en una ceremonia que superó las tres horas previstas y se acercó a las cuatro-, pero se tuvo que sentar entre las butacas cuando llegó el turno del Goya al que aspiraba, actor revelación, y que finalmente ganó. Fue uno de los tres premios actorales, con Karra Elejalde y Carmen Machi, que se llevó Ocho apellidos vascos, triunfadora en taquilla pero poco recompensada en nominaciones: los tres echaron en falta a su director, Emilio Martínez-Lázaro.