Lêa Seydoux abunda en su candidatura a actriz europea más pelma con «Diario de una camarera»

José Luis Losa BERLÍN / E. LA VOZ

CULTURA

Laia Costa, en la Berlinale, con el reparto de «Victoria»
Laia Costa, en la Berlinale, con el reparto de «Victoria» Z5466 / _Britta Pedersen


La alemana «Victoria», con la española Laia Costa, delirante «Jó, qué noche» a la berlinesa
 

07 feb 2015 . Actualizado a las 22:00 h.

Lêa Seydoux, la chica del cabello azul de La vida de Adéle, lleva años olfateando un premio internacional que de fe de su status de figura del star-system europeo. No hay manera. En Berlín lo ha intentado ya varias veces y en el remake de Diario de una camarera que dirige Benoit Jaquot retoma el personaje de la Paulette Godard de Renoir y la Jeanne Moreau de Buñuel. Sin sentir idolatría por las versiones de los dos genios citados, me revuelvo en la butaca preguntándome qué sentido tiene esta tediosa relectura de Mirabeau, apelmazada, inerte cuando se supone que debería provocar. Tan plana que gana puntos en la carrera de Lêa Seydoux como actriz más plúmbea y contraindicada del cine europeo presente.
Parece que últimamente  arrecia una compulsión por filmar películas en un solo plano, de un tirón. Como proeza técnica. Algo así, aunque con dopping, hacía Iñárritu en Birdman. El alemán Sebastian Schipper rueda de un tirón, en plano-secuencia de 140 minutos, Victoria. El virtuosismo de cámara nadie se lo puede negar. La idiocia de lo que se cuenta en esas más de dos horas, tampoco. La película es un absoluto sinsentido argumental desde que la joven española  Laia Costa se embarca en un ¡Jo, qué noche! descerebrado con una panda de colgados a los que conoce en la puerta de una disco. Ya digo que es uno de los guiones más ineptos que me he topado en mucho tiempo en una pantalla. Una sucesión de ocurrencias túzaras que terminan con un asalto a un banco propio de los payasos de la tele. De qué valdrá la peripecia circense de que Victoria esté rodada en un único plano si la cámara se ha ahogado ya de ingerir memeces antes de darle al play.
La guatemalteca Ixcanul (Volcán), de Jayro Bustamente, es la cuota parte indigenista para tamizar de compromiso el festival: hablada en maya, con actores amateurs, todo en ella es natural: la selva, el volcán, la denuncia del expolio. También la impericia para dotar de fuerza o de sentimiento a sus imágenes indigestadas de buenismo.