Isabel Coixet hace brillar a Juliette Binoche en la Berlinale

La Voz ELENA BOX / DPA

CULTURA

La directora española ha inagurado el festival de Berlín con su película «Nadie quiere la noche»

05 feb 2015 . Actualizado a las 21:49 h.

Isabel Coixet tuvo el honor de ser la primera cineasta española que inaugura la Berlinale, y lo hizo con un drama intimista enmarcado en el inhóspito Polo Norte y acompañada de una de las actrices más cautivadoras de la gran pantalla: la francesa Juliette Binoche.

La crítica recibió con un sonoro aplauso Nadie quiere la noche, la séptima película de Coixet en este certamen al que asegura que debe «toda su carrera». Y es que fue aquí donde en 1996 se dio a conocer internacionalmente con Cosas que nunca te dije, la primera de las muchas películas que luego rodaría en inglés con actores de la talla de Sarah Polley, Tim Robbins, Ben Kingsley o Mark Ruffalo.
Y ahora, Juliette Binoche. «Cuando leí el guión de Miguel Barros (Blackthorn) pensé de inmediato que Josephine Peary era ella», dijo. Ambas se conocían desde hacía tiempo por un proyecto frustrado. «Sabía que si lo hacía se iba a meter en una mujer de principios del XX, se movería como ella, bebería el té como ella...». Además, explica, «íbamos a rodar a la española». Fueron necesarios cuatro años para poder filmar la película y, de lejos, el equipo no contaba con las comodidades y la infraestructura que tendría un rodaje de Hollywood. «Íbamos con las motos de nieve y Juliette tenía una estufa con carbón... Y eso se lo ofreces a cualquier actriz de la lista A y te dice que no».
Binoche tampoco lo dudó: «Cuando hablamos por teléfono, Isabel me dijo que si yo no hacía la película no habría película. Así que dije: '¡Wow, ok!, leeré el guión y te diré qué pienso'», rememora la protagonista de Azul, guapísima a sus casi 51 años con un traje pantalón blanco. «Para mí, Isabel es como una pintora, pero con la cámara en la mano», apunta. «Deja que las cosas sucedan de forma genuina».
Nadie quiere la noche arranca como esas grandes epopeyas, con Binoche subida a un trineo tirado por media docena de perros con el que surca los sobrecogedores paisajes nevados de Groenlandia. La trama se sitúa en 1908, cuando el explorador estadounidense Robert Peary está a punto de convertirse en el primer hombre en pisar el Polo Norte, y su mujer, Josephine, no quiere perdérselo.
Para Coixet, la protagonista real de esta historia fue «una mujer antipática, soberbia y arrogante, que ama a su marido, pero que también quiere compartir la gloria y salir en la foto». Binoche la define como «apasionada» y con «algo de conquistadora». «Quiere demostrar al mundo que, como mujer, ella también puede hacerlo». Aunque tendrá que pagar un precio muy alto.
Y es que lejos de tratarse de un film épico al uso, Nadie quiere la noche pronto adquiere ese tono intimista tan propio de Coixet. Empeñada en llegar junto a su marido, Peary se ve atrapada por el oscuro invierno polar, con la única compañía de una joven esquimal (la japonesa Rinko Kikuchi de Mapa de los sonidos de Tokio o Babel) que cambiará por completo su forma de ver el mundo.
«Me gusta explorar las cosas que no conozco», confiesta la directora de Mi vida sin mí, que asegura que hasta es capaz de decir «algunos tacos (palabras malsonantes) en inuit». «La película habla de cómo Josephine se despoja de todas esas tonterías civilizadas para entender algo mucho más profundo y puro», explica. Y es que si quiere sobrevivir, tiene que transformarse, añade Binoche.
Esta noche, las dos pasearán por la alfombra roja frente al nevado Berlinale Palast acompañadas de Kikuchi y Gabriel Byrne, aunque Coixet asegura que ese «paripé» de tener que subirse a unos tacones no le divierte especialmente. «Para mí la magia está en el rodaje», afirma. Y si hacer cine cada vez resulta más difícil, sobre todo en la España actual, también lo es para una mujer.
«Quizá tenga pene», ironizó ante los medios en referencia a los proyectos que ha conseguido sacar adelante y los que tiene entre manos (el año que viene volverá a rodar con Penélope Cruz). «Pero hacer películas es un camino plagado de piedras», añadió. «Y yo lo que quiero es tener las mismas piedras que los hombres».