Nazca protege sus líneas centenarias

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

cedida

Perú vela por la conservación de los trazados sobre el desierto, amenazados por la expansión urbana y los asentamientos ilegales, así como por acciones irresponsables

03 feb 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En torno al siglo V, los pobladores de lo que actualmente se conoce como el departamento peruano de Ica trazaron unas enigmáticas líneas y figuras sobre el suelo del desierto de Nazca. La belleza de las figuras, de animales, antropomórficas y geométricas, de trazos precisos, ha sido posible gracias a las extraordinarias condiciones climáticas de una zona -que alberga casi 800 diseños- donde la lluvia y el viento son inexistentes y la temperatura apenas se mueve de unos constantes 25°. El desierto ha respetado las incisiones de unos 15 centímetros de profundidad que dejan al aire la arcilla cuya blancura contrasta con el ocre de la superficie, haciendo visible los trazados que se observan en todo su esplendor desde el aire.

Pero lo que el tiempo ha contribuido a preservar, la mano del hombre tanto puede destruirlo como prolongar su conservación. Declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1994, las líneas son objeto de amenazas diversas. La principal agresión son las ocupaciones ilegales en la zona. Hace unos días el Gobierno peruano ha tenido que expulsar a casi cuatrocientas familias y destruir 120 infraviviendas. Los desalojos se llevaron a cabo sin incidentes, pero son los más recientes de una larga serie que aún no ha conseguido impedir que las invasiones dejen de reproducirse.

 

La acción de Greenpeace

La semana pasada se tenía que haber celebrado el juicio contra dos periodistas que invadieron el área donde se encuentra uno de los diseños más conocidos, el que representa un colibrí, durante una acción de Greenpeace. Los ecologistas desplegaron 45 telas amarillas para componer un lema sobre la necesidad de tomar conciencia del cambio climático y se les acusa de causar daños. Los activistas se disculparon pero pidieron una investigación «independiente» para determinar si se habían producido destrozos, lo que cosechó numerosas críticas. Entre ellas, las del escritor peruano Santiago Roncagliolo: «Lo de Greenpeace en Nazca fue una gran decepción. Dejó claro que les importaba más la publicidad que cualquier otra cosa. Dañaron patrimonio cultural, que es tan importante como el natural, y luego mintieron: negaron en un comunicado haberlo hecho, incluso mientras los medios mostraban fotos del daño. Pero lo más desagradable fue pidiesen una ?investigación independiente?, como si fuesen perseguidos por razones políticas». El escritor recuerda que «los tribunales peruanos han metido presos a presidentes y ministros por derechos humanos, algo que no han hecho los españoles con el franquismo ni los franceses después de Argelia o Indochina. En ese país no hay persecuciones políticas desde hace décadas. Con su comunicado, Greenpeace demostró que ignora y desprecia a los países no europeos, igual que un militante de Pegida». «No le reconozco a esa gente ninguna autoridad para decirme cómo salvar nada», concluye.