Tras adentrarse entre los témpanos de hielo del mar de Weddell más de mil kilómetros, avanzando penosamente, el Endurance quedó atrapado hasta que la presión del hielo sacó del agua aquel admirable navío construido en Noruega, que quedó hecho añicos como un frágil juguete roto. Las imágenes que tomó el fotógrafo de la expedición Frank Hurley no pueden ser más elocuentes. Pero, como recuerda Fortes, en el escudo de los Shackleton luce el lema By Endurance We Conquer -Vencemos por la resistencia, de ahí que el buque llamado Polaris fuera rebautizado-. Shackleton tomó entonces las riendas. Arrastraron los botes por el hielo, buscando un lugar seguro, levantaron dos campamentos. No permitió el aburrimiento ni el desánimo: montó obras de teatro, cantaban, juegos de mesa, partidos de fútbol, carreras de trineos, pequeñas tareas... Por fin, alcanzaron el agua y navegaron hasta Isla Elefante, donde fijaron su base. Shackleton y cinco de sus hombres partieron en el bote James Caird rumbo a Georgia del Sur (más de 1.200 kilómetros). Arribaron a la isla y escalaron su cordillera helada hasta alcanzar al puerto ballenero Husvik. El 30 de agosto de 1916 logró regresar a Isla Elefante y rescatar a sus compañeros: los 22 estaban vivos.
Hoy, anota Larramendi, su liderazgo y sus valores se estudian en el mundo empresarial para mejorar la gestión de equipos humanos.