El Prado restaura un díptico inédito de Pérez Villaamil con 42 paisajes

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Perteneció a un noble británico, el mayor coleccionista del pintor gallego

18 dic 2014 . Actualizado a las 07:11 h.

En 1833, George Villiers fue designado embajador británico en una agitada España: meses después fallecía Fernando VII y abría una lucha sucesoria por el trono que también lo fue ideológica. Villiers apoyó al Gobierno liberal, en cuyo ejército militó el pintor gallego Jenaro Pérez Villaamil Duguet (Ferrol, 1807-1854). La llegada del embajador británico coincide con el inicio de la proyección internacional de Villaamil, que tuvo como destinatario de algunos de sus cuadros a Luis Felipe I, último rey de Francia. El diplomático no será una excepción y durante su estancia reunirá la mayor colección de pinturas del artista gallego.

El Museo del Prado presentó ayer, después de someterla a un proceso de restauración, una de esas pinturas. O, mejor dicho, 42 de ellas. Se trata de un díptico que reúne vistas monumentales de ciudades españolas, con una atención especial a enclaves pintorescos como Sevilla o Toledo. Se pintó entre 1835 y 1839 para Villiers, quien habría de ocupar posteriormente importantes cargos durante el reinado de Victoria, entre ellos el de secretario de Estado de asuntos exteriores.

En el 2011 la pinacoteca española adquirió en Londres el díptico, que permanecía inédito, y ayer lo presentó en una exposición comisariada por Javier Barón que ofrece también acuarelas y dibujos de Pérez Villaamil, además de los volúmenes con litografías de La España Artística y Monumental, un proyecto editorial que dirigió el propio artista gallego, al que el Prado califica como «el paisajista de mayor relevancia en España durante el período romántico». La muestra se completa con dos piezas del escocés David Roberts, maestro de Pérez Villaamil y quien lo inicia en la tradición paisajística británica.

El díptico fue adquirido en su estado original, sin intervenciones posteriores, aunque se encontraba muy sucio. Lucía Martínez, la restauradora que llevó a cabo la intervención, que contó con el apoyo de la Fundación Iberdrola, explicó a Efe que el díptico representa «un compendio de todos los recursos pictóricos de Villaamil», de quien se conservan las huellas dactilares en la parte trasera de las pinturas, realizadas sobre planchas de hojalata, un material que el artista gallego utilizaba para encargos al natural. Las planchas, con unas dimensiones de 13 por 18 centímetros, eran ligeras y fáciles de transportar, lo que ayudaba en trabajos al aire libre. No obstante, la falta de absorción del metal condicionaba los efectos pictóricos, por lo que las siguientes generaciones de paisajistas cambiaron la hojalata por tablillas de madera. Por ello, antes de pintar se debía aplicar una preparación para facilitar la absorción de la pintura, en este caso, una sustancia oleosa de tono claro, ligeramente ocre y pensada para facilitar los efectos lumínicos.

Recursos pictóricos

Precisamente esos recursos del artista, como el uso de veladuras realizadas a base de lacas de garanza, han complicado ahora el proceso de restauración. Además, la fragilidad y la humedad afectan fácilmente este tipo de obras, aunque en el caso del díptico su cuidadoso montaje inicial ha facilitado su conservación. Las hojas están insertadas en sendos marcos acabados en ojivas, típicos del neogótico, muy del gusto del Romanticismo y de moda en la Inglaterra de la época, con cultivadores como Pugin, autor del Parlamento londinense. Estos remates también han sido restaurados ahora, en una intervención que ha devuelto a las 42 vistas el esplendor cromático que en su día deleitó a Villiers y se llevó consigo a Inglaterra.