Javier Cercas: «El héroe dice no cuando todos dicen sí, en el momento decisivo»

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Chema Moya

El escritor presenta su novela «El impostor» mañana en A Coruña

03 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Durante años, Enric Marco encarnó públicamente el papel de un republicano que había sobrevivido al paso por los campos de concentración nazis. Hasta que se descubrió su impostura. Marco es el protagonista de El impostor (Literatura Random House), el libro que Javier Cercas (Ibahernando, 1962) presenta mañana en A Coruña (Librería Lume, 20 horas), acompañado por el psicólogo Manuel Fernández Blanco y Pedro Incio, de la directiva del Ateneo Republicano de Galicia, organizador del acto.

-Usted dice que una novela contiene en su corazón una pregunta para la que no hay respuesta: la respuesta es la novela misma. ¿Qué pregunta formula «El impostor» y de qué modo la responde?

-La pregunta es doble pero muy sencilla: ¿por qué un hombre llamado Enric Marco mintió de manera monstruosa sobre el crimen más monstruoso de todos los tiempos? ¿Y qué hay de ese monstruo en todos nosotros, si es que hay algo? En cuanto a la respuesta, se titula El impostor, consta de 425 páginas y la tiene únicamente el lector: yo me he limitado a formular la pregunta de la manera más compleja posible, que es lo que en mi opinión deben hacer las novelas.

-El Javier Cercas narrador de «Soldados de Salamina» estaba obsesionado con escribir un relato real. El protagonista de «El impostor», en cambio, ha hecho de la narración de su vida una elaborada mentira. ¿De ese juego de espejos entre lo real, lo fingido y lo imaginario es de lo que se alimentan los libros?

-Por lo menos algunos de ellos. De todos modos, a pesar de algunos paralelismos formales, Soldados y El impostor son muy distintos, entre otras cosas porque, aunque ambos sean novelas, Soldados era una novela con ficción, aunque el narrador dijera lo contrario, mientras que El impostor es efectivamente una novela sin ficción, un relato real, porque escribir una ficción sobre otra ficción, sobre una mentira ambulante como Marco, hubiera sido redundante, literariamente irrelevante.

-En «Soldados de Salamina» se proponía una reflexión sobre qué hace a un héroe tal y quizá alcanzar esa condición también haya sido uno de los motivos por los que Marco se inventó otra vida para sí mismo. ¿Las cualidades hoy para ser un héroe ya no son las de los héroes de antes?

-No: son exactamente las mismas de siempre. El héroe es el que dice no cuando todo el mundo dice sí, en el momento decisivo: es el enemigo del pueblo de Ibsen, el hombre rebelde de Camus, el que dice lo que dice el Evangelio de San Mateo: «Etiam si omnes -ego non!»; o sea: «Aunque todos digan sí -yo no». Al menos esos son mis héroes: un soldado republicano que se niega a matar a un jerarca falangista, o un político que se niega a tirarse al suelo cuando le exigen a tiros que lo haga. El impostor habla por el contrario de un hombre normal y corriente, un hombre que dice sí, aunque por supuesto en el libro hay también gente que dice no -siempre la hay, aunque los escondamos- y el lector tendrá que decidir si incluso el hombre que dice sí dice también alguna vez no.

-Se esperaría una reacción pública de Marco, pero ¿contaba con que fuese tan desabrida?

-¿De verdad le ha parecido desabrida? A mí no. Por lo demás, yo me he limitado a hacer lo que le dije a Marco que iba a hacer: contar la verdad. Entiendo que eso a él no le haya gustado, pero es lo que le dije que iba a hacer y lo que, hasta cierto punto, él me ayudó a hacer.

-Un relato individual también puede dar pistas sobre el relato colectivo de nuestro tiempo. ¿Cómo estamos contándonos nuestro pasado reciente (la memoria histórica) y el presente (de la corrupción a Cataluña)? ?

-En todos los casos lo estamos haciendo con montones de mentiras: mentiras sobre el pasado y también sobre el presente. Es que la verdad es casi siempre dura y procuramos ocultarla: por eso nos contamos mentiras, para eso necesitamos la ficción; al final, sin embargo, la verdad es lo único que puede permitirnos llevar una vida no del todo indecente. Eso, por lo menos, es lo que yo creo, y lo que creo que se deduce de El impostor.