«Hay mucho de Virginia Woolf, mucho de Joyce en Lampedusa»

Héctor J. porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Lanza reivindica la modernidad de la peripecia de don Fabrizio, el príncipe Salina

02 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Sobrino y albacea intelectual de Giuseppe Tomasi di Lampedusa -(1896-1957), autor de la célebre novela El Gatopardo-, el musicólogo italiano Gioacchino Lanza Tomasi, príncipe de Lampedusa, impartirá mañana en A Coruña una conferencia sobre La Traviata, obra de Verdi cuya representación -con Nucci y Albelo- abrirá un día después la temporada lírica de la ciudad. Después de advertir que su español «es un poco miserable», Lanza, que ha dirigido importantes teatros de ópera en Italia, elogia la atención que este género ha recibido en España en los tiempos recientes; «mejor que en Italia», zanja.

-¿Qué contará de «La Traviata»?

-La Traviata es seguramente, de todas las obras del mundo, la más popular. Hablaré de sus orígenes y también de su tiempo. Lo más importante es la idea dramática que tiene, como buen Verdi; eso es lo que lo hizo tan revolucionario en la historia de la música.

-La representación homenajeará a Visconti, como referente de la dirección escénica de ópera, y el vestuario es una réplica del que diseñó Piero Tosi para el filme de Visconti «El Gatopardo», que adaptaba la famosa novela de su tío. ¿Le gusta la película?

-Sí, es muy bella, aunque también es muy distinta del libro. Acaba antes de los capítulos personales, los últimos, la muerte de don Fabrizio y la muerte espiritual de Concetta; estas muertes son una reflexión sobre todo lo que ha pasado. El príncipe muere y entiende que todo ha mudado, que Garibaldi ha vencido. Concetta sospecha que todo lo que ha creído y odiado en su vida... que quizá no fuera la verdad, que la verdad no es algo que podamos conocer, que hay muchas verdades. Su muerte es la muerte del deseo, de la esperanza. El filme es mucho más un ensayo político.

-¿Tuvo relación con su tío?

-Sí, especialmente los cuatro o cinco últimos años de su vida. Fue algo más que una relación tío-sobrino, fue como un maestro para mí. En el 53 yo tenía 19 años. Su influencia fue decisiva. La idea que él tenía del arte es la que he seguido toda mi vida, tanto como profesor en la universidad como en el teatro: buscar siempre algo nuevo, algo que fuera como una revelación. Viajaba tras el sentido, de las motivaciones que había detrás de la obra; nunca fui un gerente de repertorios. Hoy, por ejemplo, en la representación de la ópera, hay mucho de ficticio, se mira demasiado la precisión y no tanto la pasionalidad. Es como si todo girara alrededor de una apariencia de técnica. Y lo que es peor, hay muchos que dicen que hacen lo suyo, que no estudian lo que han hecho otros antes. Esto es muy malo para la cultura, despreciar lo que otros genios han creado en generaciones anteriores: La Traviata de Kleiber, la de Sinopoli... No podemos ignorarlos.

-Lampedusa resultó revolucionario con «El Gatopardo» a fuerza de no pretenderlo.

-Bueno, no es un autor romántico, ni su obra una novela histórica. Hay mucho de Virginia Woolf, mucho de Joyce en Lampedusa. Lo que al lector gusta es la representación de esa aventura del siglo XVIII, pero en verdad es una novela absolutamente contemporánea: la historia como una construcción de la humanidad. Cuando esto está bien hecho, en cualquiera de la artes, asistes a una especie de revelación de lo qué es la naturaleza del hombre.