César Antonio Molina: «La selección española gana y pierde, pero la cultura siempre está ahí»

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El escritor indaga la importancia de la cultura y el conflicto que los intelectuales han tenido con el poder, y los frutos y las víctimas que dejó esa colisión en la historia

10 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

César Antonio Molina llega hoy a A Coruña con su nuevo libro bajo el brazo. Es La caza de los intelectuales (Destino) y lo presentará esta tarde en la librería Arenas. El escritor coruñés repasa en este ensayo algunas de las colisiones que han tenido los intelectuales con el poder. Es «un recorrido sucinto por aquellos personajes, pensadores, filósofos, escritores que desde Grecia y Roma hasta nuestros días han tenido conflictos. Y sobre todo -explica- aquellos con los que yo me siento más identificado, a los que yo he leído más profundamente».

-La conclusión del libro es...

-La democracia y la libertad no hubieran sido posibles si no hubiera sido por gente como Cicerón, Spinoza, Camus, Azaña, Blanco White... No sin su sacrificio por defender las ideas de libertad, de expresión, de opinión, de pensamiento... Parece existieron siempre, sobre todo para los jóvenes. Y que deben saber que si no se defienden pueden perderse, nada de lo ganado es eterno.

-La relación ha sido tensa...

-Ha habido complicidad entre los intelectuales y el poder, pero la mayor parte de las veces ha habido antagonismo. Mi libro no es una hagiografía, una vida de santos. Hablo también de las complicidades con los totalitarismos del mundo soviético, fascista...

-Aunque genere una energía positiva, el choque es brutal.

-Sí. El parlamentarismo inglés, el más antiguo del mundo, se hizo cortándole la cabeza a un rey, y de ahí salió una monarquía que es ejemplar. Nunca debería nadie morir por defender causas justas.

-La incursión suele fracasar...

-Uno nunca deja de ser lo que es. Va a la política porque lo han llamado y se supone que quien te llama sabe quién eres. Pero con los partidos tan cerrados, tan uniformados en su pensamiento, que haya quien piensen libremente pues a veces no agrada. Semprún fue un buen ejemplo, un gran escritor, un héroe de un siglo, que pasó por la Guerra Civil, los campos de concentración nazi, la Segunda Guerra Mundial, el mundo soviético y del comunismo...

-Usted también acabó mal.

-Un escritor, un intelectual, un artista conoce muy bien lo que es la cultura, sus necesidades y lo que representa para un país. Pero yo estaba en un Gobierno que no tenía mayoría y que hacía pactos con unos partidos con que yo no compartía en absoluto, los nacionalistas. Y eso traía subterráneamente sus más y sus menos.

-¿El libro es un ajuste de cuentas?

-Yo no quiero ajustar cuentas con nada. Fui con mi dote. La mayoría de los que están en política no tienen. Pero algunos sí. Por ello no teníamos problemas en entrar, en salir; teníamos nuestra profesión, nuestros libros publicados, éramos doctores. Simplemente, es un libro que escribe alguien que aúna en sí mismo, y lo digo sin soberbia, ser una persona de la cultura, un escritor, un docente, un gestor cultural y al menos durante seis años un político. Quizás aficionado.

-¿Cómo valora su experiencia?

-Tengo muy buen recuerdo. Y tenía claro que yo representaba, y creo que el Partido Socialista lo representa, y debería seguir representando, a los ilustrados, a los afrancesados, a los constituyentes de Cádiz, a los liberales, al mundo republicano y de Azaña, la Institución Libre de Enseñanza... Todo el mundo que ha representado la cultura y el progreso en nuestro país. Estoy muy satisfecho de mi trabajo. Fue una época muy importante, pero mi vida estaba hecha cuando llegué a la política y sigue su camino.

-¿El intelectual debe mojarse?

-Y lo hacen. Tenemos a Lledó, Savater, los Goytisolo... Mucha gente que escribe artículos, publica libros y permanentemente trata de iluminarnos. Pero estamos en el mundo de la banalización, donde solo hay clientes y compraventas y donde la opinión de un futbolista o del que sale en televisión y es impresentable moralmente tienen más carga. Es un problema de educación. Hemos cambiado los valores, vamos por una sociedad narcotizada... Tenemos que defender la cultura, la educación, porque si no viene la barbarie. La barbarie está siempre presente, no se ha ido.

-¿El nivel intelectual de los políticos ha bajado?

-Sí. Pero los políticos son el reflejo de la sociedad. Lo importante es que la sociedad les recrimine, no solo los impuestos, el abandono de la cultura. Ellos creen que la cultura es impopular. El fútbol, el tenis... No hay que teorizar mucho sobre un gol, y eso, piensan, los acerca a la masa. Lo otro les parece elitista, ajeno.

-Cita mucho a Azaña. ¿El regreso de la República ayudaría algo?

-La democracia parlamentaria más antigua es la inglesa, y es una monarquía. Si a nosotros nos ha valido la monarquía hasta este momento, ¿por qué cambiar? Además, Felipe VI está preparadísimo. Es alguien reconocido en todo el mundo, con una agenda internacional extraordinaria, que habla idiomas, que es una persona trabajadora. Que la monarquía tiene sus cosas oscuras... Pero es que además está en la Constitución, por lo que simplemente es aplicar lo acordado por los españoles, de una manera tranquila. El tiempo pasa y la Constitución habrá que revisarla, pero para qué meternos en aventuras, ¡pocas no tendremos! Esto no implica que no pensemos que la República en su momento cumplió su papel, y en el futuro...

-¿Este Gobierno cuida la cultura?

-La cultura es la imagen de España en el mundo, la marca España. La selección española ha ganado y ha perdido [ríe], pero la cultura siempre está ahí. Picasso, Cervantes, Velázquez siempre están ahí. Además, la tenemos en una lengua, aparte de las otras lenguas comunes, que hablamos 500 millones de personas. Y tenemos el otro lado, Borges, Octavio Paz, Fuentes... Una larga lista de gente que no gana ni pierde partidos, siempre está en primera línea. Y eso es nuestra seña de identidad, lo que conforma una identidad. La educación y la cultura son elementos clave en la construcción de un país. Para Francia o EE.UU. sería impensable no apoyar su cine. Pensar que la cultura, el cine es una gente ajena es abandonar un liderazgo de veintitantos países que hablamos esta lengua común.

-¿Y este Gobierno la descuida?

-[Titubea] No voy a criticar el trabajo de donde yo ya no estoy. Lo que digo es que todo Gobierno tiene que apoyar a la cultura, y no puede ayudar a cargársela. Y el IVA y todo eso es cargarse la cultura. Y cargarse la cultura es cargarse la identidad de país.