Cinco continentes llenan de magia el escenario con el Cirque du Soleil

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SAN SEBASTIÁN / ENV. ESP. LA VOZ

CULTURA

Artistas chinos en plena ejecución de un número de «hoop diving», una tradición acrobática oriental que en el Cirque du Soleil mueve diez gimnastas.
Artistas chinos en plena ejecución de un número de «hoop diving», una tradición acrobática oriental que en el Cirque du Soleil mueve diez gimnastas.

La compañía emprende una gira por España para despedir «Dralion», un espectáculo que podrá verse en Santiago entre los días 10 y 20 de julio

08 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Vuelan. Trepan por las paredes. Desafían las leyes de la naturaleza. Hacen real lo que parecía imposible. Son el Cirque du Soleil y pocas veces defraudan. En San Sebastián, la primera parada de su tour español de despedida con Dralion, el público se deshizo en aplausos. Más de dos minutos y medio dando palmas al elenco de artistas internacional. A quienes les arrancaron sonrisas, a quienes les emocionaron y a quienes les hicieron contener la respiración. Esta semana llegan a Compostela, en donde estarán entre los día 10 y 20 de julio, dispuestos a encandilar -una vez más- al público gallego.

Dralion es uno de los espectáculos más veteranos del Cirque du Soleil. Lo han visto más de once millones de personas en todo el mundo desde que se presentó en Canadá, en 1999. Tras cinco lustros bajo la gran carpa, en los que se han ido sumando cambios y nuevas incorporaciones, la función toca a su fin y se despedirá definitivamente el próximo mes de enero. «Es un plus. Estamos dando lo máximo y disfrutando de cada pase conscientes de que esto se acaba», señala Facundo Giménez, un argentino de 29 años que se unió al elenco hace cerca de cuatro.

Facundo es uno de los 54 artistas, procedentes de todos los continentes, que salen al escenario. Este, como muchos de sus compañeros, mamó la profesión circense desde pequeño. Es payaso, sí, pero en el Cirque du Soleil hasta los payasos tienen la habilidad de hacer ejercicios gimnásticos propios del rock acrobático.

Es posible que en ciertos momentos del espectáculo el público se pierda pequeños detalles de calidad, entre el ritmo frenético de algunas de sus partes y la sobreconcentración de talento sobre la pista. El ojo que intenta percatarse de todo acaba realmente cansado, tras dos horas de función, pero habrá merecido la pena. Incluso los ojos menos inquietos se abrirán más de una vez, atónitos, al ver lo que habrían tenido por imposible.

Una de las partes más sobrecogedoras es la que protagonizan cuatro acróbatas temerarios que desafían las leyes de la gravedad sirviéndose de dos camas elásticas y la pared futurista que hace las veces de fondo para el escenario. Se lanzan. Rebotan. Hacen una figura increíble en el aire y acaban en uno de los escalones del muro con una pose magistral. Ejecutan el ejercicio a la par. Se cruzan. Se entrecruzan. Saltan de un trampolín a otro. El estómago se encoge temiéndose lo peor, que en una de estas se queden a mitad de vuelo. Entonces alzan los brazos, et voilà! Y vuelta a empezar.

Un juego de niños

Saltar la cuerda o manejar un diábolo puede parecer un juego de niños pero es todo un arte en manos de los artistas asiáticos, capaces de no tropezar con la comba aun formando una torre humana. Y, entre los números individuales -que son los menos-, corta el aliento un ejercicio aéreo sobre aro con un final de vértigo.

En Dralion hay una decena de números, en los que se fusionan 3.000 años de tradición de las artes acrobáticas chinas con el enfoque multidisciplinar que caracteriza al Cirque du Soleil. En el espectáculo confluyen Oriente y Occidente. Un híbrido creado con la cabeza de un dragón -símbolo del Este- y los andares de un león -del Oeste- inspira el nombre y una de las figuras principales del montaje, junto con los cuatro elementos. La tierra, representada por las danzas vibrantes y de inspiración africana de Gaya. El agua, con los movimientos fluidos y morunos de Oceane. El aire, una levitación constante recreada por Azala. Y finalmente el fuego trepidante del guía de los demonios, Yao.

Seis músicos en directo acompañan a la escenografía combinando ritmos de todo el mundo. «Los idiomas no existen, cantamos en una lengua inventada», explica el mexicano Josué Anuar, la voz masculina principal. Es universal, como Dralion.