Edwards novela a la Schindler chilena

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

El escritor habló en A Coruña de su nuevo libro, ambientado en el París nazi

13 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«Es una novela escrita en las madrugadas de París, en un silencio maravilloso, con la ciudad amaneciendo... Viendo la cúpula de los Inválidos». Así nació esta nueva novela, acabada pero inédita, de Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1931). La escribió durante su etapa de embajador de Chile en París y ayer habló de ella en A Coruña, en la clausura del ciclo La creación literaria y sus autores, que organiza el Centro de Formación e Recursos de A Coruña y coordina Javier Pintor. Edwards detallaba: «Es una novela basada en la historia real de una mujer chilena, de la generación de mis abuelos, que vivió en París durante la ocupación nazi; ella trabaja en un hospital como asistente social y cuando se da cuenta de que la Gestapo se lleva a las madres con los niños judíos que desaparecen salva a una gran cantidad de niños judíos, con gran audacia, con peligro para su vida». El escritor y diplomático apunta que conoce bien París y que incluso contactó con «dos de esos niños, que tienen 75 años»; uno de ellos «me pasó un diario inédito en el que ella aparece mucho». Esta Schindler chilena «es descubierta, es torturada y consigue salvarse gracias a un almirante alemán que había conocido a su familia en Chile». Curiosamente, «ese almirante después fue ahorcado por Hitler por conspirar contra él, y ella se salvó». La novela mezcla ficción y realidad y la protagonista regresa a Chile, donde es un caso «muy poco conocido, no así en Israel, que la colocó en el muro de los justos». El título provisional es Réquiem para una justa.

Edwards afirma que escribir esta novela en la embajada «fue mi salud mental, escribir siempre lo ha sido. Cuando ha cumplido el deber literario uno está inmunizado: llegan diputados con peticiones absurdas, senadores, artistas ....» [ríe].

«Vi a Cela bailando un tango»

También habla sobre literatura gallega, y recuerda que en los años 50 «Cela viajó a Chile; yo era muy joven y una señora me invitó a la cena y allí lo conocí». Y guarda una imagen llamativa: «Vi a Cela bailando un tango, con la mano así en lo alto...». Buen conversador, elogia el vino albariño y evoca los trucos que usó para mostrar a los franceses la calidad de los caldos chilenos durante su estancia en París.