Un paso al frente con el 15-M latiendo detrás

CULTURA

Nacho Vegas ha querido dotar de contenido social un disco impensable hace un lustro

09 may 2014 . Actualizado a las 15:30 h.

| Que el rock toque la política, entendida esta como la directrices que rigen una sociedad, no es ni bueno ni malo. Simplemente es. Dependerá de cada caso para adjetivarla. Puede parecer una perogrullada, pero no. Aquí los prejuicios desbordan. Llegar con la mirada limpia a los músicos que deciden mezclar su música con esas líneas maestras cuesta. Unos oyentes porque consideran que el rock, por norma, debe dedicarse a otros menesteres. Otros porque ven siempre segundas intenciones nada nobles. Muchos porque solo lo toleran si se trata de su ideología. Y otros tantos porque, aún así, les da grima verla reducida al estrofa-estribillo-estrofa.

Ese clima insano se acentúa en el llamado rock indie, lugar en el que se ha mimado a Nacho Vegas. Ahí, en el mundo de las profesiones arty, los adolescentes de treinta y tantos y el cinismo intermitente, la política era el demonio, el panfleto, cosa de grupos kalimotxeros. Todo hasta que la vida otrora despreocupada se ahoga. Y se culpa a esa política. Entonces, versos como «Hace hoy un día precioso para explosionar» cantado muy junto de «Nos quieren en soledad nos tendrán en común» no solo ponen la piel de gallina. También clavan con preciosa poesía un estado de ánimo: el de una generación enfurecida que muestra los dientes. Aunque sepan que es probable que se los rompan a porrazos.

Sí, Nacho Vegas ha tomado el espíritu del 15-M, condensándolo en un puñado de canciones como Runrún, la portadora de los versos citados y todo un emocionante himno de este momento. Con lenguaje sencillo («¿Dónde está nuestro pan patrón? / ¿Dónde quedó todo ese dinero?») y un aroma ocasionalmente ligero en las formas, en esta nueva colección se pasean personajes asustados («eres un gato observando el horror») pero con la fuerza suficiente como para tomarse la justicia por su mano («usted quizá reciba alguna visita»).

Todo con el notable nivel compositivo habitual y con alguna que otra escapada al margen, como la deliciosa Luz de agosto en Gijón que oxigena un disco valiente que marcará -está marcando, véase su divorcio con la revista Rockdelux, hasta ahora defensora a muerte de su trayectoria-, un antes y un después en la trayectoria de un artista imprescindible.