La actriz se encuentra estos días en plena promoción de su último trabajo: «Amor en su punto»
23 mar 2014 . Actualizado a las 19:34 h.A la actriz Leonor Watling le gusta la carne y las comedias románticas; de hecho, el tofu le parece «una pérdida de tiempo» y adora a Howard Hawks: «La comedia romántica es un género muy manoseado, pero yo lo veo como la tortilla de patata; si sale buena, te haces cien kilómetros para comértela».
«La tortilla de patata la tienen en todos los bares, cuando no está rica, tampoco es muy desagradable, la pueden hacer con huevina y puede no saber a nada, pero cuando está rica...», apunta la actriz con un guiño, en una entrevista con Efe realizada en Málaga, donde la actriz presenta su último trabajo.
El símil no es casualidad, ya que la película que protagoniza, Amor en su punto, que compite en la sección oficial del XVII Festival de Cine Español de Málaga, mezcla, con mucho sentido del humor, amor y gastronomía.
Y lo hace en inglés, el segundo idioma de la madrileña, para esta coproducción hispano-irlandesa que llegará a las pantallas españolas a mediados del mes de mayo, y que ha sido rodada íntegramente en Dublín.
«Con los irlandeses tenemos mucho en común: somos países católicos, duros de vivir, con mucho alcohol y mucho sentido del humor, y nos caen mal los ingleses», dice esta hija de madre británica, a la que, no obstante, le reconoce su arte a la hora de cocinar. «Es que como los platos de tu madre, aunque se quemen, no lo hay», se ríe.
Watling demuestra su buen momento profesional en esta gastro-comedia que dirigen Teresa de Pelegrí y Dominic Harari, en la que borda a Bibiana, una española residente en Dublín, defensora de causas justas y vegetariana por convicción, a la que cede todo su encanto natural.
De hecho, según han explicado De Pelegrí y la productora Mariela Besuiesvki, el papel se escribió para Watling; la esperaron por dos veces por culpa de los dos embarazos de la actriz, que se convirtió en madre de Luca y de Lea en los meses que tardó en concretarse la financiación.
«En lo fundamental de la vida estoy muy contenta, y eso se debe notar, porque aunque profesionalmente son momentos duros y a veces ves que se te sale la cadena de la bici y no te enteras y tu sigues pedaleando, no me puedo quejar», asegura la protagonista de los Crímenes de Oxford.
«La queja es una cosa malísima»
Y reflexiona: «La queja es una cosa malísima, muy contagiosa y muy estéril, que te frena para hacer cosas».
Watling es, no obstante, una persona comprometida que se emociona y enorgullece al ver «a tanta gente compartiendo y expresándose en movimiento», dice en relación a las Marchas por la Dignidad que ayer confluyeron en Madrid, y critica el tratamiento periodístico dado a las mismas.
Con su grupo de música, Marlango, trata de hacer el ejercicio «de no quejarse, por ejemplo -dice-, nosotros vamos a tocar por la mitad de lo que lo hacíamos antes, pero creo que los que tenemos la suerte de hacer algo que nos gusta tenemos la obligación de felicitarnos».
Y apunta que se irá a Los Ángeles a grabar su séptimo disco, que volverá a grabar en español, aunque aún no tiene nombre.
«Marlango hubiera tenido hueco en la banda sonora de la película, pero (...) mezclar era una cosa rara», ha comentado Watling, que explicó que se usó en su lugar a artistas irlandeses independientes y se encargó la banda sonora al músico irlandés Ray Harman.
La cinta es un mano a mano de Watling con el irlandés Richard Coyle, divertidísimo en el papel de comentarista gastronómico que todo lo mide bajo el placer del paladar, y su histriónico punto de vista sobre los vegetarianos, ecologistas y activistas por los derechos humanos y animales, un modo de reirse de los extremos, explica De Pelegrini, que espera que «no moleste a nadie».
«Es difícil hacer comedia sin reirse de alguien -apunta la codirectora de la cinta-, pero no es algo personal», sino una exageración, añade Watling, que da la pista para analizar muchas otras cosas.