El humor fácil y estereotipado de «Ocho apellidos vascos» triunfa en España

La Voz LA VOZ / DPA

CULTURA

La película que protagonizan Clara Lago y Dani Rovira se ha convertido en uno de los mejores estrenos del año

17 mar 2014 . Actualizado a las 16:02 h.

«Van un vasco, un andaluz y...» Si algo sobra en España son los chistes plagados de clichés regionales; y si no que se lo pregunten a los de Lepe.

Sin embargo, hasta ahora nadie había tenido el valor suficiente para llevar a la gran pantalla un cómico choque entre el norte y el sur de la península de una forma tan explosiva y arriesgada como la de Ocho apellidos vascos. Dicen que quien no arriesga, no gana y parece que al director Emilio Martínez-Lázaro Las 13 rosas- la apuesta le ha salido redonda: Ocho apellidos vascos ha conquistado la taquilla española en su primer fin de semana, alcanzando la escalofriante cifra de 2,7 millones de euros en ingresos.

Parece que en España el cliché gusta más allá de los chistes, porque Ocho apellidos vascos se ha convertido en el título más visto y en la película con mejor resultado de todos los films españoles en los que va de año.

Es probable que al director de El otro lado de la cama sus fichajes estrella le hayan ayudado a conseguir cifras tan escandalosas. Clara Lago (Tengo ganas de ti) y el humorista Dani Rovira son los protagonistas de Ocho apellidos vascos, una enrevesada historia de amor entre un andaluz con mucho salero y una vasca de armas tomar.

Ocho apellidos vascos, es el mejor ejemplo de que las diferencias y las rivalidades son un mal menor cuando el antídoto del que se dispone es el humor.

«Yo nunca pensé que pudiéramos herir sensibilidades aunque dijéramos cosas algo bestias», cuenta Martínez Lázaro en una entrevista concedida a la agencia dpa.

Y es que el guión, que firman Borja Cobeaga -Pagafantas- y Diego San José, recuerda mucho a los chistes del programa de la televisión vasca Vaya semanita, que durante una década entera ha conseguido hacer reír hasta provocar lágrimas a muchos televidentes. Y lo cierto es que su fórmula del éxito es tan sencilla como eficaz: arremeter sin tregua echando mano de todos los topicazos de Euskadi.

En Ocho apellidos vascos, Clara Lago da vida a Amaia, una guapa vasca a la que sus amigas deciden llevar a celebrar su despedida de soltera a Sevilla, a pesar de que su prometido la ha dejado compuesta y sin boda.

Cuando la noche está a punto de terminar con un resultado completamente desastroso, entra en escena Rafa (Dani Rovira), un engominado andaluz con mucho arte que decidirá iniciar la conquista de Amaia de la forma más burda: contando chistes de vascos.

A pesar del inevitable choque de trenes, irrevocablemente acaba surgiendo la chispa.

Rafa, que «nunca ha pasado de Despeñaperros», cree que un par de días le bastan para conquistar a la primera chica que se le resiste.

«¡La chavala qué culpa tiene de ser vasca!», les dice a sus amigos cuando intentan detenerlo en su «misión suicida». Y ni corto ni perezoso, emprende un largo viaje hasta las «Vascongadas». Un periplo que le cambiará la vida de una forma radical.

Rafa tendrá que cambiar sus «ay mi ar?ma» por frases como «ahí va la hostia, pues», con el único objetivo de hacerse pasar por un vasco de pro.

«Clara Lago es una actriz con mucho empuje, como una especie de Katharine Hepburn bajita», cuenta el cineasta sobre la elección de la madrileña. Y Rovira, que firma con Ocho apellidos vascos su debut cinematográfico después de saltar a la dama con sus archiconocidos monólogos, tiene «esa cercanía» y «esa cosa de buenazo» que tanta falta hacía para meterse en la piel de todo un señorito de camisa a cuadros y pelo repeinado que se transforma en «aberchándal».

De hecho, la caricatura del independentismo vasco y su lucha callejera fue quizá «el momento más delicado de la película», recuerda Martínez-Lázaro; y es que tras quemar por error un contenedor, Rafa está a punto de convertirse en el «líder andaluz de la kale borroka», aunque con el megáfono en mano no se le ocurra otra cosa que cantar por bulerías en medio de una manifestación: «Euskadi tiene un color especial».

«Ocho apellidos vascos es un garbancito que se pone ahí para demostrar que lo que hace falta es que la gente tenga más sentido del humor, y aquí incluyo a los políticos», dice el cineasta.

«¿Te imaginas a Rajoy y a Artur Mas riéndose un poco de estas cosas?», es prácticamente imposible, se responde a sí mismo, porque todo lo que tiene que ver con los nacionalismos, «parece que tiene un aura sagrada».

«Nacionalismo e Iglesia van unidos y son las dos grandes taras de la sociedad desde el siglo I, hasta el XXI, no hay manera de quitárselos de encima», lamenta el ganador del Oso de Oro en Berlín por su trabajo Las palabras de Max. «Tenemos que empezar a poder hablar sin complejos de los estereotipos, y además a reírse de ellos, y luego que cada uno tenga los sentimientos nacionalistas que quiera, pero en su casa», añade. «Y que las relaciones entre todos sean buenas».

Carmen Machi y Karra Elejalde completan el reparto de esta comedia que recuerda mucho al éxito francés Bienvenidos al norte -de hecho, iba a llamarse Perdiendo el norte-, aunque Ocho apellidos vascos vaya un paso más allá: «Mezclar a vascos y andaluces me parecía mucho más interesante, porque no es que tengan otro acento, es que hablan otro idioma y, además, teóricamente se odian», explica el cineasta. Y aquí la teoría lleva las de perder.