Tras ocho años de silencio literario, la autora de «El club de la buena estrella» (1989), que llevó al cine Wayne Wang, reaparece con su novel «El valle del asombro». Con más de cinco millones de libros vendidos, traducidos a 35 idiomas, Amy Tan vuelve a los temas que le obsesionan, las relaciones madre-hija, la traición, la identidad y el daño que causan los secretos
14 mar 2014 . Actualizado a las 15:51 h.Hija de emigrantes chinos que se trasladaron a Estados Unidos, Amy Tan (Oakland, California, 1952) ha pasado por momentos muy difíciles en su vida. Su padre y su hermano murieron de tumores cerebrales con seis meses de diferencia, cuando ella tenía 15 años, y vivió una adolescencia conflictiva con su madre. Sufrió dos accidentes de coche que le pudieron costar la vida, su compañera de habitación en la universidad fue asesinada cuando ella no estaba allí, superó un cáncer. En el 2003 le fue diagnosticada la enfermedad de Lyme, que provoca epilepsia y problemas de equilibrio.
Pero Amy Tan es una mujer de sonrisa fácil y extremadamente educada que ha dado muestras sobradas de su sentido del humor. De forma ocasional canta con fines benéficos en la banda The Rock Bottom Remainders, junto a, entre otros, los escritores Stephen King, Matt Groening y Dave Barry, disfrazada de dominatrix, lo que le sirve, dice, para divertirse y liberar su parte más payasa. También ha aparecido en forma de dibujo animado en Los Simpson, comportándose como una cretina con una joven admiradora.
Durante la entrevista enseña una libreta con las fotografías de su abuela y de las cortesanas que inspiraron su novela.
-¿Cómo surgió esta novela?
-Parte del impacto que me causó ver una fotografía en un libro de diez cortesanas, titulada Las diez bellezas de Shanghái, vestidas de la misma manera que mi abuela en una foto que conservo de ella y es mi favorita. Además, estaba tomada en un estudio estudio occidental, donde solo se fotografiaban las cortesanas. Abandoné el libro que estaba escribiendo y empecé a leer sobre estas mujeres. No estaba segura de que mi abuela, que siempre me habían dicho que era muy tradicional, tímida e insegura, fuera una cortesana. Podía haberse disfrazado o imitarlas para seguir la moda. Pero comencé a fantasear. ¿Y si era cierto? Había contradicciones en lo que mi familia me había contado de ella. Desde luego no era una mujer tradicional, vestía a la moda y se fotografió en un estudio occidental. Me dijeron que había sido raptada y forzada a ser concubina, la cuarta esposa de un comerciante, y que la tristeza la llevó a suicidarse con 36 años. ¿Era cierto?
-¿Logró averiguar si fue cortesana?
-No puedo estar segura, además afirmarlo es muy serio porque trasladándolo a la época actual, sacándolo del contexto de Shanghái de la época, significaría que había sido prostituta.
-Eran chicas muy jóvenes por la foto que me muestra.
-Empezaban a los 14 o 15 años y su carrera como cortesanas de primer nivel se terminaba a los 21 o 22.
-¿Cómo era su mundo?
-Había una escala en el comercio sexual que iba de lo más bajo, niñas huérfanas que eran raptadas y se convertían en esclavas sexuales que tenían que atender a unos 20 hombres cada día, a lo más alto, las cortesanas de lujo, que tenían cinco o seis hombres que debían cortejarlas, darles regalos y tratarlas bien, y ellas elegían. En aquella época las cortesanas eran como las estrellas del pop o del cine de hoy, aparecían en las páginas de cotilleos de los periódicos, innovaban en cuestiones de moda, marcaban tendencia, adoptaban las novedades occidentales.
-Dice que en la China actual han resurgido las cortesanas.
-Sí. Hoy está de moda que una cortesana acompañe a un hombre de negocios, que le paga un sueldo, le regala joyas e incluso una casa. Aunque sabe que la relación nunca acabará en matrimonio. Es una consecuencia de que cada vez hay más millonarios en China. Para las chicas es una forma de ganar dinero, para los hombres de demostrar que pueden comprarlo todo.
-Sus novelas tratan fundamentalmente sobre las relaciones familiares.
-Todo lo que escribo se basa en mis obsesiones personales, en la cuestión de la identidad, en cómo la relación con la madre afecta a la hija, en la influencia de las generaciones anteriores en las siguientes. Para mí, escribir es conectar memorias. No son novelas sobre mí o mi familia, pero siempre están presentes algunas cuestiones sobre mí misma.
-La relación con su madre fue muy conflictiva.
-Sí y eso se refleja en el libro. También los secretos que había detrás de los consejos que me daba, que sin conocerlos, no podía acabar de entender. Cuando tienes esa herencia tan fuerte y te falta información para comprender te sientes confusa. Mi padre también jugó un papel importante porque era un pastor baptista de creencias muy conservadoras.
-¿Hay mucho de usted en el personaje de Violeta?
-La confusión de una adolescente medio china medio americana que se siente limitada por eso, que quiere saber a dónde pertenece, quién es. Cuando era adolescente yo quería ser como las demás chicas, mi único deseo era integrarme, me avergonzaba ser diferente. Violeta hace ese mismo camino, pasa por todos estos estadios, desde su adolescencia hasta los 40 años.
-En una entrevista reciente dijo que no hay por qué perdonar a quien te ha hecho mucho daño.
-En algunos casos extremos no es posible perdonar. Pero tenemos la creencia de que para seguir adelante hay que hacerlo. Esto lo dije en el caso de una madre que abandona a sus hijos. Ser abandonado por una madre es terrible. Mi madre abandonó a su tres hijas en China cuando se fue a América, y no han sido capaces de perdonarla. Yo reconozco mi incapacidad para perdonar a la gente que me traiciona.
-¿Escribir ha sido una terapia para usted?
-No. Pero me permite comprender mejor la naturaleza humana, a mí misma y la historia de mi familia. Cuando escribes tienes que pensar profundamente, no puedes pasar por las cosas por encima, y eso ayuda a comprender.
-Es una forma de terapia.
-Y no tengo que pagar 200 dólares a la hora. El único terapeuta al que fui de joven se dormía cuando le hablaba.
-¿Por qué decidió ser escritora?
-Tengo unos sentimientos que no puedo expresar de otra manera que escribiendo. Desde joven me fascinaban la palabras, cogía un diccionario y al leerlas me venían imágenes que cuando las ordenas conforman un cierto conocimiento del mundo. Trabajé de asesora lingüística de niños con síndrome de Down y discapacitados. Luego monté un negocio que consistía en redactar textos promocionales para empresas de alto nivel. Ganaba dinero, pero no me satisfacía. Creo que también escribo porque cuando era pequeña me sentí muy sola. En el momento en que decidí indagar en mis conflictos interiores, profundizar en mi propia identidad encontré mi voz como escritora.