Claudia Llosa aspira a su segundo Oso de Oro

josé luis losa BERLÍN / E. LA VOZ

CULTURA

Presenta en la Berlinale «Aloft», un filme de puesta en escena relamida, que bien podría pertenecer al infumable universo Coixet

13 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La peruana Claudia Llosa es la única autora, de los veinte que compiten en esta 64.ª Berlinale, que opta a ganar su segundo Oso de Oro. Paradójico cuando aquí está gente como Alain Resnais o Richard Linklater. En el 2009 dio Llosa la sorpresa llevándoselo crudo por La teta asustada. Pero es muy dudoso que la campana suene otra vez con Aloft, una coproducción de España y Canadá protagonizada por Jennifer Connelly, Cillian Murphy y Mèlanie Laurent. El filme, que en España se llamará No llores, vuela, todo un aviso para navegantes, hace honores a ese nombre con su puesta en escena relamida, su regodeo en elementos trascendentes sobre la muerte y la sanación sobre suelo de hielo quebradizo. Podría muy bien pertenecer al infumable universo Coixet. Y da mucha lástima ver a Connelly en el rol de madre coraje y chamánica en este bodrio importante.

La jornada de predominio latinoamericano la completó la cineasta argentina Celina Murga, autora de culto entre cierta vanguardia, y que con la participación de La tercera orilla en la sección oficial parece dar un paso hacia la integración en el mainstream. Su película, soberbia y muy bien recibida, aborda la inadaptación de un hijo de la alta burguesía del interior, enfrentado a su padre, médico y terrateniente, y a su visión violenta y jerarquizada de las relaciones humanas. Es obra desasosegante que escapa de los clichés del cine de rebeldías juveniles y se respira como gran cine sobre una sublevación, íntima soterrada.

La competición, que va llegando a su tramo final, sigue manteniendo un nivel más que estimable, superior a las pesimistas previsiones del comienzo. La griega Stratos, de Yannis Economides, es cine negro que funde el panorama del absurdo con el polar francés, en ese asesino a sueldo estólido, personaje impagable, como un hijo tardío de Jean Pierre Melville, que liquida con estilo mientras a su alrededor no dejan de llover más «fuck off» (en su equivalente griego, «malaka») que en El Lobo de Wall Street.