Lars Von Trier presume de provocador en la Berlinale

Dpa

CULTURA

JOERG CARSTENSEN

El danés presenta la versión íntegra de «Nymphomaniac» con una camiseta que recuerda sus polémicas palabras sobre los nazis

09 feb 2014 . Actualizado a las 21:37 h.

Lo ha vuelto a hacer. Enfundado en una camiseta negra con el logo del Festival de Cannes y las palabras «persona non grata», Lars von Trier apareció en el photocall de la Berlinale, donde hoy presentaba su versión íntegra de Nymphomaniac, I. Eso sí, en cuanto acabaron los flashes, se esfumó. Desde que se anunció que su controvertido filme sobre la vida de una ninfómana se estrenaría mundialmente sin cortes -la versión reducida llegó a los cines el 25 de diciembre- había mucha expectación por volver a ver al cineasta. Y es que tras su expulsión del Festival de Cannes, en el 2011, apenas había aparecido en público.

El danés se venga ahora de Cannes que le sacó la tarjeta roja por el revuelo generado en la rueda de prensa de Melancholia -al ser preguntado por sus orígenes alemanes, Von Trier respondió: «Soy un nazi»-. Pero quizá precisamente por tratarse de Berlín, evitó someterse a las preguntas de la prensa. Tampoco compareció ante los medios su protagonista y musa de sus últimos trabajos, Charlotte Gainsbourgh, por lo que la película tuvo que ser defendida por su productora y el resto del elenco: una guapísima y sonriente Uma Thurman, Stacy Martin, Stellan Skarsgard, Christian Slater y Shia LaBeouf.

Sin embargo, la cosa no terminó ahí: y es que LaBoeuf, que en el filme da vida al primer amante de esta adicta al sexo, se levantó en cuanto un periodista le preguntó por sus escenas de cama. «Cuando las gaviotas siguen al barco, es porque piensan que éste lanzará sardinas al mar», espetó. Y se fue. En Nymphomaniac, volumen I, la hija de Serge Gainsbourg y Jane Birkin da vida a Joe, una mujer destrozada física y emocionalmente que narra la historia de su vida y su insaciable hambre de sexo a un hombre desconocido (Skarsgard).

En la versión estrenada fuera de concurso en la Berlinale, la película de Lars von Trier se muestra tal y como la concibió el cineasta, sin cortes ni censuras. En total, aproximadamente media hora más de piel contra piel, coito tras coito y orgasmos reales y fingidos en una poética propuesta que busca ahondar en la sexualidad femenina.

Por otro lado, la carrera por el Oso de Oro prosiguió en esta cuarta jornada con la primera película argentina de las dos que pasarán por la sección oficial: Historia del miedo, una radiografía de las fobias sociales que firma el debutante Benjamín Naishtat. El filme intenta codificar la «paranoia de clases» existente en Argentina como si fuera una película de terror, explicó el joven cineasta. Y para ello se sirve de elementos típicos del género con los que forma un collage de situaciones con un denominador común: el miedo a lo desconocido.

Naishtat (Buenos Aires, 1986) se traslada a los barrios del norte de su ciudad, «donde la gente se encierra entre muros y con guardias privados para sentirse protegida» de un «afuera» que es sinónimo de barbarie. Y todo ello forma parte «de una agenda política de Argentina y de América Latina: la inseguridad como bandera.» «Historia del miedo» dividió a la crítica entre quienes celebraron su originalidad y ese miedo físico, primitivo, con el que confronta al espectador y quienes no lograron empatizar con su personal planteamiento.

La cinta se enfrentará por llegar al palmarés con la otra protagonista del día: la alemana Kreuzweg, de Dietrich Brüggemann, sobre el vía crucis de una adolescente de 14 años criada en una familia de fundamentalistas católicos. En un paralelismo con las 14 estaciones del camino de Jesús a la Cruz, Kreuzweg va desgranando el sacrificio de esta muchacha que quiere ofrecerse a Dios para curar a su hermano, y que el cineasta usa como excusa para ahondar en los fundamentalismos religiosos de nuestros días.