El Thyssen se adentra en las entrañas de la pintura del Greco

sergio perea MADRID / COLPISA

CULTURA

Una de las versiones de «La Anunciación», acompañada de su correspondiente estudio.
Una de las versiones de «La Anunciación», acompañada de su correspondiente estudio. guillén < / span>efe< / span>

La muestra del museo madrileño abre el cuarto centenario del pintor

11 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuatro siglos después de la muerte del Greco, el Museo Thyssen-Bornemisza invita a sus visitantes a penetrar en las entrañas de su producción artística. El Greco. De Italia a Toledo presenta las cuatro obras del maestro cretense que integran la colección de la pinacoteca a con la mirada precisa de los «cirujanos» del pincel. La muestra pretende «mostrar al público estudios técnicos normalmente restringidos al ámbito profesional», como señaló Ubaldo Sedano, director de restauración del museo, que han desvelado «la evolución técnica e intelectual» experimentada por el manierista desde sus primeros años en Italia hasta fijar su estudio en Toledo, donde permaneció hasta su fallecimiento, en abril de 1614.

Cada uno de los cuatro frescos se exhibe flanqueado por sus respectivos estudios. Las metodologías presentadas desvelan los cambios y las técnicas empleadas durante la ejecución de la obra. Las radiografías y reflectografías -escaneado con infrarrojos- permiten visualizar el contenido de los dibujos que permanecen ocultos bajo un cúmulo capas pictóricas y ponen en evidencia la progresiva emancipación del artista

Las dos versiones de La Anunciación expuestas evidencian esta liberación. En la primera, de 1576, se percibe el influjo de la pintura veneciana, cuya diafanidad se diluye en la segunda, concebida en el fin de siglo y que reproduce en pequeño formato una tela conservada en el Museo del Prado. La fidelidad al dibujo se pierde, la pincelada se aparta del encaje canónico y, en palabras de Susana Pérez, impulsora de la muestra, se contempla «a un Greco totalmente liberado».

Atraído por la petición de Felipe II, que había invitado a los maestros italianos a ornamentar el complejo monumental que estaba levantando en El Escorial, El Greco traslada su residencia primero a Madrid, y finalmente en Toledo. A esta etapa, la más reconocida, pertenecen los otros dos lienzos albergados por la colección Thyssen. La progresión adivinada durante su epílogo italiano se hace obvia en Cristo abrazando la cruz (1587-1596) y La Inmaculada Concepción (1608-1614), ambas adquiridas por Heinrich Thyssen, primer barón del clan y padre del impulsor del museo madrileño, entre las dos guerras mundiales. La última constituye, según añadió la restauradora, «la culminación de un estilo inconfundible y personal en el que las figuras se alargan y desdibujan con toques impresionistas, reflejo de su madurez intelectual y técnica». Así, la obra del Greco ha sido desde sus inicios uno de los pilares del museo.