Los fantasmas vuelven por Navidad

Héctor J. Porto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Dos versiones de «Frankenstein» encabezan una ola editorial de género fantástico

31 dic 2013 . Actualizado a las 13:45 h.

La muerte de las historias sobre la que hablaba Savater en su delicioso ensayo La infancia recuperada hace una excepción en la Navidad. Quizá por la gracia de Charles Dickens esto es ley, y lo mismo que el pase televisivo de ¡Qué bello es vivir!, los turrones del Almendro o las muñecas de Famosa -quizá una mera obsesión generacional- vuelven por estas fechas los relatos poblados de fantasmas y otros monstruos. Con motivo de la publicación de aquellos cuentos navideños Dickens se disculpaba: «Mi propósito era, en una especie de mascarada fantástica con el buen humor que la época del año justificaba, despertar algunos pensamientos de afecto y tolerancia, sin bien estos nunca llegan a destiempo en una tierra cristiana».

Y muchos han tomado la palabra al monumental autor de Oliver Twist. Son legión los que dejan a un lado «la autofagia verbosa del Finnegan?s Wake» o «los gruñidos y balbuceos de los personajes de Beckett, varados en su corrupto limbo de impotencia y desolación», como afirmaba Savater, y se entregan al viejo rito del cuento, de la historia, como quien toma del cajón de nuevo aquel «insecto aprisionado en una gota de ámbar». En un tono empapado de sutil ironía, el profesor vasco proclama: «Las novelas divertidas son parodia o simulacro, que mienten las peripecias que prodigan por mera convención comercial o por apocamiento del ánimo ante el borboteo sulfuroso de la realidad sin héroes que nos corresponde habitar». Y estas Navidades la realidad no es menos aciaga que otras, y quizá las historias ayuden al buen humor que la época precisa.

Dickens, ocho ediciones

Por lo de pronto, Charles Dickens ha alcanzado ya la octava edición de su Para leer a medianoche. Historias de fantasmas, que el sello Impedimenta publicó en el 2009. «Me gusta volver a casa por Navidad. A todos nos pasa, o al menos así debería ser», insiste el relato Fantasmas de Navidad. También Impedimenta lanza por estas fechas a Edward Bulwer-Lytton y su La casa y el cerebro. Un relato victoriano de fantasmas, que pasa por ser «la mejor historia de fantasmas de la lengua inglesa» para nada menos que el polígrafo Lafcadio Hearn, que sabe mucho de historias y fue además un estudioso de las de China y Japón.

Otro que apreciaba el espíritu navideño de las historias al solaz de la lumbre es el escritor canadiense Robertson Davies, quien empezó a escribirlas ya tardíamente, con 50 años, cuando en 1963 ingresó en la residencia de Massey College de la Universidad de Toronto. Surgió como divertimento, como aportación personal a una fiesta de Navidad que conllevaba espectáculos varios, música, poesía, representación... Davies cumplió con esta tradición los 18 años que vivió allí y esos dieciocho relatos están reunidos en el regocijante y divertido volumen Espíritu festivo. Cuentos de fantasmas, que publica ahora en español Libros del Asteroide, sello dirigido por el vigués Luis Solano, quien precisamente descubrió al minucioso sabio moral de Ontario.

Pese a que llegó tarde a la escritura de cuentos de fantasmas, Davies confiesa que estuvieron presentes en su vida antes incluso de que empezase a leer. Tanto que hasta recuerda el primero que le contó la señorita Currie -sobre una desaparición- durante una fiesta familiar. Por ello los considera tan importantes en Navidad. Como Dickens. Pero el primero que leyó, con solo diez años, fue Frankenstein, que lo aterrorizó de «una forma inolvidable y maravillosa». Davies consideraba la prosa de Mary Shelley muy superior a las versiones cinematográficas del relato. El lector podrá comprobar tal axioma estas Navidades de manera fehaciente en las dos excelentes versiones ilustradas que coincidieron en llevar a las librerías Sexto Piso (que incorpora la reproducción de los grabados en madera que realizó el maestro pionero de la novela gráfica Lynd Ward en 1934) y Nórdica (con el despliegue gráfico de Elena Odriozola, reciente premio Euskadi por su labor en Tropecista). También la historia de Frankenstein surgió de una reunión, ante la imposibilidad de salir de Mary Shelley en los días de junio de 1816 en que Lord Byron la invitó a su casa de Suiza junto con su esposo, Percy Bysshe Shelley, y John William Polidori. El encierro por las lluvias veraniegas los empujó al desafío de escribir un relato de fantasmas, y de aquella apuesta surgieron Frankenstein o el moderno Prometeo y también El vampiro de Polidori.

Frankenstein se puede leer como un cuento gótico epistolar, pero, como apunta Joyce Carol Oates en el epílogo de la edición de Sexto Piso, también tiene «elementos fabulescos, alegóricos y filosóficos», y su discurso es elaboradamente literario, con resonancias de Shakespeare y de Milton, por lo que el texto posee cierta complejidad si se va un poco más allá de la superficie.

Como hondura no falta a Otra vuelta de tuerca, la nouvelle fantástica de Henry James, sutil cuento de de terror que la ilustradora Ana de Juan reinterpreta por encargo de Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg y que llega ahora a las librerías.