El septiembre pasado, en ciudades británicas, estadounidenses, argentinas y niponas, tuvo lugar el primer Cassette Store Day, encuentro que aprovechó el aniversario del formato para congregar a bandas que aún creen en el casete. Sellos como el californiano Burger Records, los nipones Alku y Ozono Kids o el del cantautor Aldo Benítez, defensor a ultranza de la cinta, todavía trabajan el casete. En España son menos. Entre ellos Afeite al perro, Mantricum Records; Musagre o Lovemonk. En todos los casos tienen que importar las cajas. Aquí nadie fabrica. El formato empieza a contar entre bandas noveles por su precio asequible. Para Jose, de Afeite al perro, trabajar el casete «es artesanal; las copias se hacen a mano, lo que permite personalizar los trabajos, algo que gusta a los grupos». Desde el 2007 han editado unas 40 cintas, aunque la tirada, de 50 a 100 copias, es pequeña. El sello Lovemonk, que lleva más de diez años con el casete, editará un mixtape de unidades limitadas con versiones hechas por Miguelito Superstar.
¿Pero es solo una moda? Sus detractores lo entienden así. En su favor, el bajo coste de producción, la oportunidad que brinda a las bandas desconocidas y, especialmente, su lado afectivo, pero también que el público parece hastiado de los sonidos puros de las nuevas tecnologías. Los amantes de la cinta no están solos; voces como la del musicólogo Brian Shinkovitz la reivindican. Vamos, que si no tiraste a la basura los casetes de tu juventud, sácalos del armario, pon a funcionar el walkman y estarás a la última.