Moneo y la generación del tablero

Javier Armesto Andrés
javier armesto REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El arquitecto navarro diseccionó sus proyectos durante una visita guiada por la exposición que la Fundación Barrié abre hoy en A Coruña

24 oct 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A Rafael Moneo no le gustan las exposiciones de arquitectura. «Nunca me quedo satisfecho, siento desconfianza hacia la idolatrización del arquitecto», explica el premio Pritzker, que ha esperado hasta los 76 años para dar luz verde a la primera gran retrospectiva sobre su obra. Un acontecimiento para el cual ha elegido Galicia. La muestra Rafael Moneo. Una Reflexión Teórica desde la Profesión. Materiales de archivo 1961-2013 se inaugura hoy en la Fundación Barrié en A Coruña. Comisariada por Francisco González de Canales, profesor de la Architectural Association de Londres, aborda 46 proyectos a través de maquetas, fotografías y, sobre todo, los dibujos y planos que Moneo guarda enrollados en tubos en el sótano de su estudio. El arquitecto navarro repasó ayer sus proyectos en una auténtica clase magistral.

El dibujo

Origen y herramienta. «Esta exposición es un homenaje al tablero como fiel idea de lo que ha sido mi generación», señaló Moneo. Una generación que no conocía el ordenador ni el AutoCAD. El director de la Barrié, Javier López Martínez, destacó el «punto intimista de una muestra que parte del folio en blanco». En ella se pueden contemplar 98 bocetos y planos primigenios del arquitecto español más influyente.

Los inicios

Sáenz de Oiza y Utzon, sus maestros. Tras pasar tres años con el arquitecto de Torres Blancas, Moneo se fue a Dinamarca justo cuando Utzon trabajaba en la ópera de Sydney, de cuya construcción se cumple ahora medio siglo. «Oiza tenía una inteligencia extrema, pero también mayor inquietud, una permanente insatisfacción -explicó-. Utzon estaba empezando la ópera y no sabía cómo iba a ser, pero tenía calma y carisma, no se atormentaba».

Galicia

Trampolín en su formación. Su propuesta para un centro emisor en la compostelana plaza del Obradoiro -que sustituiría al palacio de Raxoi- no llegó a construirse, pero le valió una beca en la Academia de España en Roma. La estancia en la capital italiana tuvo gran influencia en su trabajo posterior.

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Primer gran proyecto. Moneo recordó que era la primera vez que se intervenía en la Castellana sin derribar los palacetes que jalonaban la arteria principal de Madrid. En este trabajo se percibe ya su preocupación por el espacio urbano, la función y el contexto, en consonancia con las ideas de su admirado Aalto. Otro importante proyecto de aquella época es el Ayuntamiento de Logroño, hito de la arquitectura civil española.

Museo de Mérida

La dignidad del ladrillo. «En lugar de verlas solo como material museístico, planteamos una hermandad con las ruinas que recuerda al arte romano y da cuenta de la historia», señala el arquitecto sobre uno de sus edificios más celebrados. La arquitectura se identifica con la construcción.

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Un trabajo desconocido. Este edificio exento, terminado en 1988 y abandonado desde el 2003, es un excelente ejemplo del racionalismo del Pritzker español. Como curiosidad, en los planos -se pueden ver en la Barrié- tuvo que dejar en negro la planta correspondiente a las cajas fuertes, por motivos de seguridad.

Catedral de Los Ángeles

Los derrotó a todos. El cardenal de la ciudad californiana convocó a cinco arquitectos: Gehry, Mayne, Calatrava, Venturi y Moneo, que fue el elegido por un exigente comité que incluía arquitectos, críticos y las fuerzas vivas de la ciudad. Hizo una catedral del siglo XXI, pero con referencias a la arquitectura tradicional -el ábside a naciente- y soluciones inéditas como las capillas en posición invertida. González de Canales destacó la gran influencia que el arquitecto tiene en Estados Unidos.

Otros proyectos

Personalidad poliédrica. Moneo es capaz de afrontar proyectos diversos como el centro comercial Beirut Souks, en Líbano, o el Auditorio de Barcelona. De este último recordó con humor que esperaba un emplazamiento junto al mar y le dieron «un solar donde el Ensanche pierde su casto nombre».