«Soy más lector que editor y ver que el libro es noticia me emociona». Con esta afirmación ante casi doscientos periodistas abrió este año José Manuel Lara Bosch la habitual liturgia alrededor del premio Planeta que empieza el día anterior al fallo. Si en la edición anterior la cifra que destacaba el editor era la de los libros premiados que se han vendido, 40 millones de ejemplares, en esta fue la de los autores que se han presentado: 20.000 escritores optaron en algún momento a este galardón.
Mientras esto ocurría de puertas afuera, por dentro se movía la complicada y laboriosa organización del premio. Un ejemplo de ello es que las mesas que anoche acogían a las mil personas invitadas tienen que ser reorganizadas varias veces en los días previos debido a las ausencias de última hora de unos invitados y las peticiones de otros que desean asistir.
El otoño hizo de prólogo a la fiesta, con el viento sembrando de hojas de plátano la Diagonal, vía de acceso al Palacio de Congresos de Cataluña. Allí era posible ir pasando lista a los principales personajes de la sociedad catalana que asistían a la cena literaria, empezando por su presidente, Arthur Mas. Este año el anfitrión lo tuvo más fácil, puesto que en la edición anterior las discrepancias entre el ministro Wert y Arthur Mas hizo que la foto de ambos, con Lara en medio, casi eclipsara a los ganadores.
En torno a las diez de la noche comenzaba una cena en la que los asistentes eran invitados a seguir haciendo quinielas sobre las obras ganadoras (un lote de libros para los acertantes). Lourdes Maldonado presentaba un acto en el que mil personas esperaban por dos libros, cuyos títulos aparecieron a media noche.