Fito: «De pequeño veía las guitarras como algo para niñas»

CULTURA

El rockero más reconocido del panorama actual nacional confiesa sus pinitos en la música, su "paso" por locales de alterne y el anhelo de regentar un bar

19 jul 2013 . Actualizado a las 13:17 h.

Hace tiempo que Fito -en el DNI Adolfo Cabrales Mato (Bilbao, 1966)- dejó la mala vida. A petición suya atiende la llamada de Fugas a una hora tan poco roquera como las diez de la mañana. ¿Será que ha dado carpetazo a la nocturnidad? «Con alevosía aún la practico de vez en cuando, pero de normal, de diario, la verdad es que no. Me levanto temprano, a eso de las nueve», explica el artista que fue llenando pabellón tras pabellón la década pasada con sus Fitipaldis. Ahora llega a Galicia dentro de una gira por teatros y auditorios. La productora Cávea ha logrado la única fecha gallega de una gira que no solo está sumando lleno tras lleno. También el aplauso unánime de los seguidores que disfrutan el repertorio del grupo en un formato inédito hasta ahora. Para ello el Coliseo coruñés se acotará a 3.500 localidades. Todas de asiento.

-Se está calificando esta gira como acústica y creo que usted no está de acuerdo.

-Sí, se usa ese adjetivo, pero no es exacto. Seguimos siendo seis tipos con guitarras eléctricas, Hammond y todo. Lo que pasa es que se incorporan otros instrumentos como banyos, mandolinas y cosas así. Es decir, sumamos a lo que ya había, no quitamos.

-¿La llamamos mejor gira electro-acústica?

-O simplemente gira de teatros. En ese tipo de recintos aprovechas para usar otro tipo de lenguaje que en un pabellón se perdería. Se trata de algo que no habíamos hecho y que me lo pedía el cuerpo. No tenía disco nuevo y creí que este era el momento perfecto.

-¿Con qué canción se ha sorprendido ahora a sí mismo?

-Pues hemos cambiado la sonoridad de todas, aunque respetando la estructura de la mayoría. Pero algunas como Cerca de las vías, por ejemplo, me gusta más tocarla ahora que la original. Hay muchas canciones que me hacen preguntarme: ¿por qué no las habré grabado así desde el principio? Y la respuesta resulta muy sencilla: pues porque no tenía ni idea de cómo hacerlo [risas].

-¿Por qué cogió una guitarra de chaval?

-No te creas que me atraían mucho entonces. De pequeño veía las guitarras como algo para niñas. La tocaban en el autobús y yo las relacionaba con algo de monjas o cosas así. Pero a mi hermano mayor le regalaron una guitarra española roja. Y, no sé, ya con 16 años un amigo, el típico con el que escuchas discos, me enseñó tres acordes y la verdad es que me enganchó. Me pareció genial. Pero a los 12 años no me fijaba nada.

-¿Qué discos escuchaban?

-Cosas como Jimi Hendrix o Rory Gallagher. Nos quedamos fascinados con la energía que desprendían esas personas. A partir de ahí ya nunca me pude separar del rock.

-¿En qué dirección caminaba su vida antes de tomar ese desvío?

-Estaba clarísimo: ser camarero. Mis padres siempre tuvieron bares y eso era lo que me gustaba. No era en plan de que como no valía para estudiar, que la verdad es que no valía, pues venga, que el niño se ponga en la barra. No, para nada. A mí me parecía el oficio más bonito, encantador y sociable del mundo. Soñaba con tener mi propio bar, pero al final la vida dio la vuelta. Yo trabajaba en una barra americana, pero hicimos una banda como tantos chavales. Era Platero y Tú. Al final nos absorbía tanto que lo tuvimos que dejar todo. Eran todos unos curros de porquería, la verdad, nadie era notario. Pero nos salió bien y se cumplió el sueño de juventud.

-Estar tras una barra da una perspectiva muy diferente de las cosas. ¿Ha tenido influencia en sus letras?

-Eso creo que depende del interés que tengas en las personas. Hay camareros que no parecen ni humanos, que les da igual todo. Si tienes esa sensibilidad encuentras muchas historias que te aportan muchísimo para escribir letras. Porque, vamos a ver, la gente no viene a ti a que le sirvas una coca-cola, viene a eso y a que la escuchen.

-Y más en un club de alterne.

-Sí, yo me pasé tres años en el puti y la verdad es que hay cosas interesantes. Veías a hombres honorables que se enamoraban de las prostitutas, que pensaban que eran sus novias, que las querían y ellas los engañaban. Si no has estado nunca en ese ambiente, a lo mejor nunca pensarías que hay gente que va a una barra americana buscando simplemente cariño y que es capaz de enamorarse.

-¿Entonces usaba ya su mítica gorra?

-Sí, aquí en Bilbao se lleva mucho. Se la llama gorra inglesa. Aparte de la chapela, es muy característica. La hay en cualquier sombrerería. Pero todo viene de cuando Platero y Tú grabamos nuestra primera maqueta. Nos fuimos a Iruña, en Pamplona, porque era el estudio más barato que habíamos encontrado. Hacía un frío tremendo y le cogí la gorra a mi padre. Grabé toda la maqueta con la gorra y ya no la solté. De alguna manera se convirtió en una especie de amuleto. La empecé a llevar a los conciertos y ahí se quedó, como una especie de pequeño disfraz que me da mucha seguridad en el escenario. En la vida diaria la uso, pero no siempre. Sin embargo, me daría un miedo terrible subir al escenario sin gorra. En serio.

-¿En aquellos tiempos de Platero y Tú se podría imaginar que acabaría haciendo una gira como esta?

-[Risas]. Bueno, es que con Platero y Tú no me podía imaginar ni que iba a hacer un disco. Ahora cualquiera puede grabar un disco, pero entonces era imposible. Del mismo modo, hacer una gira así resultaba impensable.

-¿Se plantea otra vida que no sea la de roquero?

-No, aunque bueno, mi familia a veces se ríe. De repente tengo un mal día y suelto: «Estoy hasta los huevos, voy a montar un bar». Esa frase la digo mucho, pero la verdad es que no me imagino haciendo otra cosa. En el fondo sé que no hay nada que me pueda llenar más que hacer canciones. Tengo 46 años y ya no puedo vivir de otra forma. Toda mi vida gira alrededor de eso.

-Dijo recientemente que la inspiración no le daba llegado. ¿Cómo sigue?

-[Risas]. Pues un poco igual. Parece que no, pero cada vez está más claro que voy teniendo más ideas en la cabeza, pero solo eso. Las canciones son mucho más que unas ideas. Cuando pase el verano, tengo que juntarlas todas con los músicos e intentar darle a todo un poco de orden. La verdad es que tengo muchas dudas y no quiero grabar un disco porque toque. Las cosas las hago si me emocionan y me gustan, yo no compongo solo porque es mi trabajo. Pero es cierto que nunca me había sentido tan poco creativo como ahora.

-Bueno, eso son ciclos.

-Eso es lo que dicen los psicólogos [risas].