«Hay gente que nos odia, pero así es nuestro juego»

Javier Becerra
JAVIER BECERRA A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

monica ferreirós

No existía disco más esperado que Victoria mística de Triángulo de Amor Bizarro en el territorio alternativo. Tras encantar con Un año santo, el cuarteto de Boiro entrega otro álbum soberbio lleno de melodías que reptan entre nubes de ruido, con el rencor de fondo. Es su modo de pedir cuentas en este momento en el que una generación educada para triunfar se asoma al abismo del fracaso

05 jul 2013 . Actualizado a las 23:55 h.

El manual de edición de discos lo dice claro: nada de sacar uno en verano, con los medios despistados o de vacaciones. Pero a Triángulo de Amor Bizarro les da igual. Victoria mística iba a ver la luz en primavera. La grabación, realizada por su técnico de directo Roberto Mallo, estaba lista desde principios de año. Pero la mezcla del estadounidense Manny Nieto se demoró, desbaratando todos sus planes. Y entre esperar a octubre o expulsarlo ya se optó por lo que pedía el cuerpo más que las leyes del márketing. «Había que pasar página ya, no podíamos estar en ese limbo absurdo de tener el disco acabado y no editado», confiesa el vocalista Rodrigo Caamaño.

-¿Es «Victoria mística» su disco más pop?

-Mmm... Siempre hemos querido hacer discos pop, lo que pasa es que esta vez hemos logrado un sonido más abierto y dinámico. Luego está el hecho de que Isa cante en varias canciones. Eso ya le da un tono más melódico necesariamente. Aunque sean burradas, ella con su voz las lleva a un lado más pop.

-En una de sus nuevas canciones dicen: «Quieren que crea en la productividad alemana/harán su trabajo hasta romper mi voluntad». ¿Se han vuelto un grupo político?

-Yo creo que eso siempre ha estado en nosotros. Lo que pasa es que ahora, con la crisis y tal como está todo, a nuestro alrededor se habla de ellos constantemente. Y eso se refleja en este disco. Con el primero, por ejemplo, teníamos un punto de vista más posadolescente. Ahora ha cambiado todo.

-Están en los 35 años. Esa es la edad final para la generación que jugó a estirar la adolescencia como una goma.

-Sí, es cuando la gente se da cuenta de que está en un punto muerto. Fuimos una generación de ir todos a la universidad, en una especie de sueño americano aplicado a España. Y al final nos llevamos un buen golpe.

-¿Realmente ven el disco como «un vómito que pide guillotina», como han dicho?

-A ver, nosotros pedimos cabezas. Todo lo que nos vendieron era un espejismo, que no valía para nadie más que para los mismos. Ahora solo estamos pidiendo lo que nos merecemos. Sería lo justo.

-¿Piensa que será así?

-Buf, aquí ya se tiró una vez una Constitución porque la gente no quería libertad, necesitaba cadenas. Este es un país muy complicado.

-¿Continúan siendo el grupo raro de los festivales?

-Depende del festival pero, en general, no te voy a decir lo contrario. Nuestra situación, para lo que hacemos, es privilegiada. Grupos similares a nosotros no reciben tanta atención. Gracias a eso vas tocando por ahí en festivales y, sí, suele tirar otro perfil. Hay gente que no te conoce, otra a la que le gustas, otra que nos odia, pero así es como planteamos nuestro juego.

-En el último Festival do Norte hubo gente indignada con su actuación, tapándose los oídos y yéndose. ¿Entienden que haya quien los repudie de ese modo?

-Bueno, eso aún nos pasa a veces. Con el primer disco nos preocupaba un poco. Temíamos que esa reacción hiciera que ya no nos llamasen más [risas]. Pero como llevamos ya seis años haciéndolo y tenemos mucha seguridad, ahora nos da totalmente igual. Tampoco hacemos nada experimental ni especialmente raro. Es la gente la que pone el baremo, no nosotros.

-Si le sirve de consuelo, en el Primavera Sound de Oporto My Bloody Valentine provocaron reacciones parecidas.

-[Risas]. Ya me lo imaginaba. Cuando vinieron la primera vez, todo el mundo alucinaba con el ruido y las voces, que no se oían. Pero yo lo veo al contrario: si no tocasen así es cuando me decepcionarían.

-¿Existe el «indie» o son los padres?

-Cuando empezamos con el grupo, yo era muy romántico con eso. Lo mío era la vieja escuela, música con cierto riesgo personal y que no tenía cabida en los circuitos mainstream. Ahora es una etiqueta más, que no tiene nada que ver. Mi idea de indie viene de la Velvet Underground, el grupo más terrorista de la historia. Pero derivó en algo vacío de contenido, que la verdad es que hace más mal que bien. Hoy en día lo que no es música ligera parece que se engloba en el indie y, claro, entran cosas de estadio, que no... Para mí, indie es Dinosaur Jr. My Bloody Valentine o Husker Dü, no eso que se ve por ahí

-Fueron portada en mayo de «Rockdelux», algo que no ocurría con un grupo gallego desde 1991. ¿Les hizo ilusión?

-Fue importante, porque junto con Ruta 66 eran las revistas de música que llegaban a Boiro y que yo leía. Verte en la portada es algo que no podías planear y, cuando pasa, te sientes muy orgulloso. Aunque haya sido todo muy raro eso de ser portada sin que el disco estuviera acabado.

-¿No le da miedo ser el grupo de moda de un público tan voluble como ese?

-No creo que encajemos ahí. Lo nuestro es una carrera larga. De hecho, tenemos ya ideas para un siguiente disco. Pero sí que es cierto que el público indie es de todo menos fiel. Tú vas a un concierto heavy o de hip-hop y allí la gente va a muerte. El público indie es otra historia. Va a ver a unos grupos, pero luego hay otros similares a los que no va nadie. Al final todo acaba en burbujas reventadas.

-También están los motivos por los que se va. En sus conciertos, por ejemplo, escucho a gente alabando el estilo de vestir y la pose de Isa.

-Sí, claro. También hay quien te compara con grupos que salieron después de ti.

-¿Lo dice por The Pains Of A Being Pure At Heart?

-Por ejemplo. Una cosa es que seamos de aquí de Galicia y no seamos cool, pero, oye, ¡que llevamos haciendo esto años! Yo sé perfectamente qué referencias hay en cada tema y no es algo que oculte. O que comparen nuestra portada con el Viva la Vida de Coldplay. Pero, tío, ¿Rubens se inspiró en Coldplay? ¿Pero qué me estás contando? Es que el mundo de los modernos parece que se acaba hace tres o cuatro años.

-De todos modos, choca verlos convertidos en algo así como un referente de estilo.

-[Risas]. Mira, nosotros estamos en la aldea, entre leiras, y eso de que nos llamen modernos al final me hace gracia. Llegar a Malasaña y que te acusen de hipster al final tiene un poco de justicia poética.

-¿Viven la música con la misma intensidad que en sus primeros tiempos?

-Sí, nosotros no teníamos ninguna esperanza en la vida, solo nos quedaba que nos explotaran en trabajos. Nos metimos en el rock n'roll porque era algo que podíamos controlar. Lo que hacemos depende de nosotros y es lo único que nos gusta.

-Han colaborado con Jorge Martínez, de Los Ilegales. ¿Qué conexión encontraron?

-Lo conocimos en persona el mismo día que actuamos en A Coruña. Nos había llamado por teléfono para que tocásemos con él y nosotros, encantados. Los Ilegales me molan. Sus letras y su actitud están a años luz de los grupos de la movida. Para nosotros fue un honor que un outsider así se fijase en nosotros. Aunque musicalmente seamos diferentes, sí que tenemos muchas cosas en común. El tono y la intención son muy parecidos.

-Otros «outsiders» a los que homenajearon son Barón Rojo. ¿Qué tal tocar con ellos?

-Bueno, Volumen brutal nos gusta mucho. Estuvo muchísimo tiempo en la furgoneta y yo soy fan total. Hay un nivel de implicación tremendo.

-Festivales como el Primavera Sound meten a Motörhead, pero ni se plantean llevarlos a ellos. ¿Será que la estética no mola?

-No sé si será por eso. Pero, bueno, para mí tendrían hueco en cualquier lado. Son un grupazo.

-¿Y colar a Camela en el Sónar? ¿Qué me dice?

-Buff, yo los vi hace años en Arteixo y me molaron a saco. Era la época del revival post-punk y pensabas: «Vamos, para post-punk, esto y para ritmos trotones, Camela».