«Joyce también era gallego»

Luís Pousa Rodríguez
luís pousa REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Lago, retratado en el cementerio inglés de Camariñas. Hoy, 16 de junio, estará en Dublín para celebrar el Bloomsday y honrar a Joyce.
Lago, retratado en el cementerio inglés de Camariñas. Hoy, 16 de junio, estará en Dublín para celebrar el Bloomsday y honrar a Joyce. ana garcía< / span>

Lago, miembro de la Orden del Finnegans, reivindica la «vía de la dificultad»

16 jun 2013 . Actualizado a las 06:00 h.

«Hay algo muy auténtico en el periodismo. Está muy vivo y tiene mucho futuro»

Eduardo Lago (1954) es un coruñés de Madrid que vive en Brooklyn. Ha dirigido el Instituto Cervantes de Nueva York y, como periodista, se ha visto las caras con los grandes de la literatura norteamericana: desde Norman Mailer y John Updike a David Foster Wallace y Philip Roth. Caballero de la Orden del Finnegans, publica ahora junto a sus compañeros de andanzas (Garriga Vela, Giralt Torrente, Monge, Otero Barral, Antonio y Jordi Soler y Vila-Matas) Lo desorden (Alfaguara), una colección de aproximaciones a la infancia.

-Una infancia, la suya, que tuvo mucho de gallega.

-Los quince primeros años de mi vida vine a Galicia todos los veranos. Mi hermano pequeño nació aquí, en A Coruña, y toda mi familia paterna era de aquí... Entonces yo siempre digo que mi imaginación es galaica. Dicho de manera humorística, Joyce también era gallego, porque yo creo que hay una conexión gallega, galaica, gaélica, irlandesa...

-En su novela «Llámame Brooklyn» ya asomaba el bar Oakland inspirado en el Montero, un local real de Nueva York que llevaba un gallego de Meirás...

-La novela nace en Brooklyn Heights, adonde he ido mucho con mi gran amigo César Antonio Molina, y en 1988 iba todos los días al bar Montero, que llevaba un gallego, y este señor en seguida me apadrinó. Nada más verme se ponía a contarme historias y no sabía que me estaba regalando una novela.

-Ahora, en «Lo desorden» volvemos a tropezarnos con ese bar y con la historia del cementerio inglés de Camariñas. Recuerda aquí que en «Llámame Brooklyn» aparece un Cementerio Danés que en realidad es idéntico al Cementerio Inglés de Camariñas, aunque esto lo descubrió usted al visitarlo después. Un recuerdo borrado de la infancia que asomó luego...

-No puedo superar la forma en la que lo cuento en el libro. Cuando lo vi casi me da un ataque al corazón... Y por eso he vuelto ahora, porque no me lo podía creer, pero no puedo mejorar lo que está contado ahí.

-Además de escribir su propio relato, también ejerció como coordinador del volumen. Por lo que apunta Vila-Matas en su texto la labor de coordinación no fue sencilla.

-No, fue un trabajo complejo, porque todo forma parte de un espíritu anarquista.

-Anarquista y plural...

-La orden es un canto, a través de la literatura, a la amistad, a valores ya perdidos y a la pluralidad. Aquí cada uno es de su padre y de su madre. Hay de todo: escritores realistas, tradicionales, avanzados y Vila-Matas, que está en una dimensión diferente.

-Como mandan las normas de la Orden del Finnegans, acudirá a Dublín a celebrar el Bloomsday, bajo amenaza de expulsión...

-Sí, ahora mismo estamos todos expulsados [risas]. Pero yo creo que ahora a lo mejor es el final de la Orden del Finnegans. Ya a Dublín nada más que vamos tres. Tal vez sea necesario que desaparezca o que se reconstituya de otra forma.

-¿De dónde le viene esa devoción por Joyce?

-Mi relación con Joyce es muy profunda y no es buscada. Yo recuerdo que viajando con mis padres por Galicia y Portugal a los 17 años ya llevaba el Ulises, que era una lectura un poco extraña para mi edad. Y ya entonces se me metió muy dentro Joyce.

-También está traduciendo un fragmento del «Finnegans Wake». Todo un reto.

-Me parece muy importante hablar del Finnegans Wake porque la literatura de verdad está amenazada. Favorecen a los que escriben unas idioteces tremendas y eso es peligroso porque la gente acaba leyendo basura. El Finnegans Wake representa justo lo opuesto, la literatura verdadera. Este hombre termina el Ulises y se pasa 17 años escribiendo una obra muy extraña, pero que no es distinta de las Soledades de Góngora. Hay toda una escuela universal de la literatura en la que están Joyce, Góngora, Quevedo, Gracián, John Donne...

«Viajando con mis padres por Galicia y Portugal a los 17 años ya llevaba el ?Ulises?»