Antonio Muñoz Molina devuelve el Premio Príncipe de Asturias a las letras españolas

Antonio Paniagua MADRID / COLPISA

CULTURA

Muñoz Molina, ayer, en la Casa de América de Madrid, antes de atender a la prensa.
Muñoz Molina, ayer, en la Casa de América de Madrid, antes de atender a la prensa. kiko huesca < / span>efe< / span>

Es el primer escritor en castellano galardonado desde Monterroso en el 2000

06 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

A estas alturas huelga decir que Antonio Muñoz Molina es republicano. Su abuelo luchó contra el bando de los sublevados y él siempre ha reivindicado los ideales de la sanidad y la instrucción públicas, la igualdad ante la ley y la libertad como valor radical. Ello no es óbice para que el escritor reciba el Premio Príncipe de Asturias de las Letras con satisfacción, sintiéndose un hombre afortunado en lo personal y lo literario y que ensalza a don Juan Carlos en tiempos atribulados, a contracorriente. «A España le vino bastante bien la presencia del Rey, fue muy útil», aseguró ayer el novelista, el primer autor en castellano galardonado desde Augusto Monterroso en el 2000 y el primer español desde Francisco Ayala en 1998.

Llegó al Palacio de Linares, sede la Casa de América, acompañado de su mujer, la también escritora y periodista Elvira Lindo, y ofreció una rueda de prensa multitudinaria. Si algo tiene Muñoz Molina son tablas. Salió airoso de las preguntas sobre la monarquía y dio una cal y otra de arena. Después del halago al Rey vino la censura elegante y respetuosa: «Ahora bien, las personas que encarnan la institución monárquica no han estado siempre a la altura de las circunstancias. Son excelentes personas en una situación imposible». Lo dice una persona que asistió en el 2004 como invitado a la boda del Príncipe de Asturias con Letizia, ataviado con el preceptivo chaqué.

Entre Madrid y Nueva York

Casi recién llegado de Nueva York, donde pasa largas temporadas, el escritor cree que a veces el régimen político es lo de menos. Puestos a elegir entre la monarquía holandesa y la República de Venezuela, se decanta sin dudarlo por la primera.

A este hombre de orígenes humildes le incomodan las etiquetas y las filiaciones políticas inflexibles, al tiempo que dice ser consciente de que la disidencia, en España, se paga cara. Evocó la anécdota de aquel campesino andaluz que después de ver una obra de teatro de vanguardia exclamó: «No entiendo nada, ¡pero soy comunista hasta el tocón!».

El laureado procura que se le enjuicie más por lo que hace que por lo que se define o dice ser. Para el autor de El jinete polaco, la historia se muestra caprichosa. «A veces el ideal republicano lo cumplen mejor las monarquías que las repúblicas».

Sabedor de que pertenece a una «generación privilegiada de escritores», aquella que empezó a publicar en la Transición, el escritor reivindica con orgullo el pertenecer a una estirpe de creadores que nació con la democracia, un grupo que contó desde el principio con la adhesión de un público ávido de nuevas historias y entre la que se cuenta un novelista que Molina quiso mencionar: Julio Llamazares.

¿Cuál es el papel de la literatura en la era de Internet? Él lo tiene claro: en épocas de encogimiento del ánimo como la que se vive ahora, las ficciones son más necesarias que nunca. «La literatura es un acto de resistencia enconada y furiosa», apostilló Muñoz Molina.

Pese a los tiempos desabridos el escritor no pierde la esperanza, aunque hay una cosa que le preocupa mucho: el poder omnímodo de las multinacionales tecnológicas, a las que les importa un bledo la pervivencia del ecosistema literario: ese delicado equilibro que está a punto de romperse y que puede suponer la destrucción de librerías y bibliotecas y condenar a la indigencia a muchos escritores. Larra dijo que escribir en España es llorar, pero no que hubiera que morirse de hambre, evocó el autor de Sefarad.