Lorin Maazel: «La inversión en cultura diferencia a los hombres de los animales»

César Wonenburger A CORUÑA

CULTURA

Lorin Maazel, aferrado a su batuta en el camerino del Palacio de la Ópera de A Coruña, tras un ensayo con la Sinfónica de Galicia.
Lorin Maazel, aferrado a su batuta en el camerino del Palacio de la Ópera de A Coruña, tras un ensayo con la Sinfónica de Galicia. paco rodríguez< / span>

Regresa a Galicia para dirigir a la Sinfónica en el Festival Mozart

05 jun 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Lorin Maazel (Neulli-sur-Seine, 1930) dirige mañana y el sábado La fanciulla del West en el Palacio de la Ópera de A Coruña. El Festival Mozart rescata una de las obras menos conocidas de Giacomo Puccini, en versión de concierto y con un reparto de jóvenes cantantes norteamericanos.

-Tanto la crítica como el público consideran «La Fanciulla del West» como un título menor dentro de la obra de Puccini. Nunca ha gozado de la popularidad de «La Bohème» o «Madama Butterfly», por ejemplo. Usted en cambio le profesa un cariño especial, ¿por qué?

-Puccini supo capturar la atmósfera y el espíritu de una época, la de la llamada Quimera del Oro, como ningún otro. Además, su invención dramática es inagotable, también aquí. Al mismo tiempo que acierta en el dibujo de un momento histórico concreto de la historia norteamericana, es capaz de crear una drama de situaciones. Sabe dotar de vida y profundidad psicológica a unos personajes que deben luchar en el interior de sus almas contra sus propios prejuicios. Me parece una obra muy emotiva.

-Efectivamente, «La Fanciulla» es una de las óperas más visuales de Puccini, casi como una película del Oeste, con persecuciones, peleas y esa aparición final de la protagonista a caballo. Ahora, al tratarse de una versión de concierto, nada de eso se verá aquí. ¿No cree que la ausencia de la escena perjudica de manera especial a esta obra?

-No creo que se eche en falta, los personajes están tan bien trazados que la historia puede entenderse sin necesidad de ningún otro elemento.

-Y en el Festival de Castleton, donde usted dirigirá próximamente este título con el mismo elenco, ¿se hará también en concierto?

-No, allí la representaremos, habrá escena.

-El elenco de la ópera está formado por un grupo de jóvenes cantantes de sus país. Llama la atención: si esta ópera no se hace más veces es por la dificultad de encontrar tres protagonistas a la altura. Usted la hizo en el pasado con Plácido Domingo y Juan Pons. ¿Seleccionó usted mismo a los intérpretes?

-A la mayoría de ellos sí, los elegí yo. Son jóvenes cantantes que han trabajado en varios casos, con anterioridad, en el Festival de Castleton, donde próximamente haremos esta misma obra. El espíritu de nuestro festival es precisamente este. No solo queremos ofrecer óperas o conciertos al público, sino contribuir a que aquí puedan formarse jóvenes artistas en el ámbito de la música escénica: cantantes, directores de escena e incluso personal administrativo.

-En España tenemos un ministro de Hacienda que asegura que la cultura pertenece a la categoría del mero entretenimiento, y que como tal es prescindible. También ha aplicado el IVA más alto de la UE a los productos culturales y espectáculos como el teatro o los conciertos. ¿Qué le parece?

-Ese señor no sabe ni lo que dice. La cultura es cualquier cosa excepto entretenimiento. Sin cultura un país no existe, solo hay que echar la vista atrás para entenderlo. Fíjese en Grecia, ¿qué sabemos hoy de los griegos? Conocemos su organización política, sí. Pero lo que más nos ha influido como personas, incluso hoy, es su teatro, su poesía. Gracias al recuerdo de sus grandes obras, Grecia vive en nosotros. La inversión en cultura diferencia a los hombres de los animales, nuestras necesidades básicas no terminan con respirar y comer. Lo que ocurre es que los políticos recelan de las personas que dedican su tiempo a cultivarse, por una sencilla razón: quien tiene su mente ocupada en tareas como las propias de la cultura es incapaz de tragarse sus estupideces. Los políticos necesitan a estúpidos que les voten cada cuatro años. Cuanto menos pensemos, más fácil será manejarnos.

-Usted puso a funcionar la Filarmónica de Catar y ha dirigido «Turandot» en China. Mientras Europa cierra teatros, Asia y Oriente Medio viven una auténtica explosión de la música clásica? Hoy en Pekín hay ópera los 365 días del año. Resulta, al menos, paradójico, ¿no?

-Es el signo de los tiempos. Mientras en Europa los políticos nos desprecian porque creen que somos una amenaza, en otros países se han dado cuenta de que los artistas somos exactamente lo contrario: personas que contribuimos a la estabilidad. La gente que se dedica a las artes es pacífica, no va a poner bombas; toca música, escribe poemas, pinta? Nos consideran gente muy constructiva, un modelo y un referente positivo para el resto de la sociedad, lo cual se aprecia, y mucho, en esos países.