El epistolario inédito de Otero Pedrayo

Luís Pousa Rodríguez
luís pousa REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Recuperadas treinta cartas que el intelectual ourensano remitió a Abelardo Moralejo

05 may 2013 . Actualizado a las 19:58 h.

El periplo de Ramón Otero Pedrayo (Ourense, 1888-Trasalba, 1976) es el relato de las desventuras de la cultura gallega en el siglo XX. La Guerra Civil lo sepultó en el exilio interior y el franquismo no le permitió volver a la escena pública hasta 1950, cuando se convirtió en catedrático de Geografía en la Universidad de Santiago. En ese punto arranca la correspondencia entre Otero y Abelardo Moralejo, entonces decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Compostela. Las treinta cartas remitidas por el escritor ourensano a su decano, hasta ahora inéditas, han sido recuperadas por el catedrático de la Universidad de Alcalá José Luis Moralejo Álvarez, hijo de Abelardo Moralejo y hermano del añorado catedrático y columnista de La Voz Juan José Moralejo. «Las cartas cubren, aunque de manera discontinua, un amplio período de la vida de uno y otro personaje, desde que don Ramón ganó, en 1950, su cátedra en la Universidad de Santiago, hasta las propias vísperas de su muerte, en 1976, sumido en la triste soledad en la que lo había dejado poco antes la de su esposa, doña Fita», explica José Luis Moralejo, que ha rescatado, transcrito y anotado los originales conservados en la casa familiar de Cortegada (Ourense).

Estos son algunos fragmentos del epistolario inédito de Otero Pedrayo a Moralejo, cuyo contenido íntegro se puede consultar en esta web.

18 de abril de 1950

Un veterano catedrático saluda a su decano. En la primera misiva don Ramón saluda efusivamente a su decano y apunta su tardía llegada a la cátedra en Santiago. Hay que recordar que el autor de Arredor de si ya sumaba entonces 62 años. «Como a viejo amigo y como a Decano me complazco en comunicarle en estas líneas mi buen éxito en las oposiciones a la cátedra de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras. Siempre me atrajo Compostela. Llego un poco viejo a la cátedra universitaria. Obligan mucho el amor y los años y procuraré ser digno de una hermosa cátedra que no tuvo, a lo que yo creo, titular hasta hoy en esa Universidad».

22 de diciembre de 1957

Viaje a Caracas. Muestra aquí Otero su inquietud por un próximo viaje a Venezuela que le hará perder unos días con sus alumnos en Compostela. «Con estas líneas le expreso mi deseo de unas calmas y dichosas horas de Navidad y Año Nuevo para Vd. y su esposa -b. s. p.- e hijos. Aquí estoy un poco preocupado con el nuevo viaje a Caracas. Creo que estaremos de vuelta en Madrid sobre el 14 de enero. Siempre hay que parar en Madrid un día o dos. Yo procuraré estar en Santiago lo más pronto que pueda, ya que son las últimas quincenas de clase y me duele mucho perderlas».

13 de marzo de 1958

Llega la jubilación. Cumplidos los setenta años, don Ramón tiene que abandonar las aulas: «Fueron los siete años un soplo para mí: cada mañana la campanita de Sta. María Salomé me despierta con la ilusión de la cátedra y la inmediata desilusión de la mañana vacía y abierta como una gándara?. Estoy a disposición de la Facultad de Letras para cuanto quiera mandarme. Cortadas definitivamente las amarras me quedan remordimientos de no haber correspondido como debía al afecto y cortesía de los alumnos, al fino compañerismo de los maestros? ¿Qué voy a decir a Vd.? Fue un comportamiento conmovedor. Sólo se corresponde con un agradecimiento eterno?».

20 de septiembre de 1961

Sobre topónimos fluviales. En esta carta Otero Pedrayo lamenta la pérdida de dos de sus grandes amigos -«también este verano fue cruel con la pérdida de Asorey y de Iglesia Alvariño»- y detalla a Moralejo su nostalgia de las aulas universitarias: «Pronto iniciará Vd. con grave y calmo entusiasmo los trabajos de clase. En estos días me duele el recuerdo de la Universidad. Después me rindo al ocio obligado, que intento poblar de algún modo». Apunta también una curiosa anécdota sobre los topónimos fluviales (una de las singulares erudiciones de Abelardo Moralejo que también cultivó a fondo su hijo Juan José). «Leyendo su interesante artículo de ?ABC? sobre topónimos de ríos pensé en mi abuela paterna muerta en 1905 de 87 años. Conocía muy bien el Ribeiro y siempre decía ?a Avia?, ?a Arnoya?, insistiendo ante la contradicción cariñosa de su hijo. Y también a Barbaña de Orense y del Ribeiro», evoca.

26 de noviembre de 1962

La creación de los estudios de Románicas y de Lengua y Literatura gallega. Como recuerda su hijo José Luis, en 1962 el profesor Moralejo ve cumplida una de sus viejas aspiraciones: la creación en la Facultad de Filosofía y Letras de la especialidad de Filología Románica y, dentro de esta, de la primera cátedra de Lengua y Literatura Gallega, de la que se hizo cargo Ricardo Carvalho Calero. «Sólo dos líneas para expresarle mi contento verdadero por la creación de los Estudios de Lenguas Románicas en la querida Facultad. Sólo me duele no estar en edad de matricularme en ellos», le felicita don Ramón.

11 de marzo de 1976

La última carta. Otero Pedrayo agradece, en su última carta a Moralejo, el cariño recibido tras la muerte de su esposa: «Mi querido y recordado amigo: Muchas gracias. En mi constante estado de tristeza desde la pérdida de mi pobre esposa sólo me animan y confortan las pruebas de recuerdo de los buenos amigos. De ellos Vdes. de los primeros y de los más presentes en mi espíritu, unidos a los pasados y hermosos años de docencia universitaria». Solo un mes después, el 10 de abril de 1976, fallecía en Trasalba el autor de O desengano do prioiro.