Julio Llamazares: «El escritor tiene que estar en las nubes, no en la realidad»

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Llamazares regresa a la novela con «Las lágrimas de San Lorenzo»

11 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

La nueva novela de Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955), Las lágrimas de San Lorenzo (Alfaguara) transcurre durante una lluvia de estrellas en Ibiza. Cada fulgor, sin embargo, remite al narrador a un lugar y un tiempo distintos, habitados por personas que se van o vuelven. «Cada estrella que pasa es una vida», dice uno de los personajes.

-«Las lágrimas de San Lorenzo», «El cielo de Madrid», «La lluvia amarilla», «Memoria de la nieve»... el cielo y sus fenómenos son una constante en su obra.

-Y Luna de lobos. Sí, así es, pero no es premeditado. Debe de tener que ver con algo que me decían de pequeño, que siempre he estado un poco en Babia, en la luna. Yo creo que hay dos tipos de personas: los que están mirando siempre para arriba y los que están mirando para abajo. De pequeño tenía mucha envidia de mi hermano porque siempre estaba encontrando cosas en el suelo, como monedas. Yo, que siempre estaba en las nubes, nunca encontraba nada, y lo que encontraba seguramente eran fantasías. Esa es una de las circunstancias que explican que alguien se dedique a escribir, porque el escritor tiene que estar en las nubes, no metido en la realidad.

-En Galicia se celebró hace unos meses un congreso de observadores de nubes.

-Me parece fundamental. Uno de los mayores entretenimientos para mí es, sobre todo en esos días cambiantes, como ahora en primavera, la observación de las nubes. Como la de las estrellas y el paisaje en general, es uno de los mayores placeres. La gente que miramos las nubes o perdemos el tiempo tenemos mala prensa, pero para ganar el tiempo primero hay que perderlo. Perder el tiempo: ahí es cuando se te ocurren las cosas.

-En esta historia el cielo es otro personaje: luminoso en Ibiza, gris en Bilbao, negro en Suecia.

-Yo tengo una idea romántica de la vida y de la literatura, que es a lo que me dedico. Romántica en el sentido puro de la palabra. El romanticismo es la filosofía que descubre que el paisaje no es el telón de un escenario, sino que es el espejo que refleja la vida de las personas, nuestro ánimo y nuestro carácter.

-Esos cielos reflejan también distintas épocas de la vida del protagonista. Usted ha dicho que escribe contra el tiempo.

-Mi único enemigo es el tiempo, como le ocurre a todo el mundo. Es el único que ineludiblemente nos va a acabar derrotando. Y uno cuando escribe, lo que hace es luchar contra el tiempo. Cuando uno se hace una fotografía lo que intenta es detener el tiempo. Cuando la fotografía era una cosa seria, cuando la gente se vestía para fotografiarse y se ponía solemne, como en las de Virxilio Viéitez, siempre era en momentos importantes y felices. Es el intento de parar el tiempo en el momento de la felicidad. La literatura lo hace de otra manera: muchas veces trata de reconstruirlo, de recuperarlo, pero al final, como dicen los personajes de la novela, cada estrella que pasa es una vida y su resplandor dura lo que nuestra memoria. El resplandor de las estrellas fugaces de nuestros padres o antepasados dura mientras tú los recuerdas; luego, la gente desaparece del todo en cuanto dejas de recordarlos, de mirar al cielo.

-Hay un momento en que el protagonista dice que han pasado de soñadores a descreídos. ¿Hay algo de retrato generacional?

-Todas las generaciones, si escuchas sus canciones y sus poetas, aspiran a cambiar el mundo. Es lo que les permite vivir, si no, estarían muertas desde el principio. Quizá ahora, en este momento, la generación ya no aspira a cambiar el mundo, sino a que no le quiten el que hay, pero eso es por las circunstancias concretas que vivimos. Luego la vida te va enseñando que sí, que el mundo va cambiando poco a poco, para mejor, pero que en esencia sigue siendo el mismo. El mismo que cantaron Homero, Catulo, Celan o Machado.

-Hablando de poetas, también aparece Manuel Antonio, al que un personaje le dedica su tesis.

-Es un poeta al que conocí a través de César Antonio Molina e incluso escribí una vez en algún momento, cuando se publicó una antología de sus poemas, una crítica que nunca me publicaron. Siempre me quedó esa cosa [ríe]. No sé, podía haber hecho que la mujer escribiese una tesis sobre cualquier tema, pero me apetecía incluir a un poeta que me gustaba y que en un momento dado pasó como una estrella fugaz por mi vida y desapareció prácticamente para siempre dejando un mínimo resplandor. A veces, cuando menos te lo esperas, las estrellas vuelven a brillar en el cielo.