Los indignados se quedan sin abuelos

Luís Pousa Rodríguez
luís pousa REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La muerte de Sampedro y de Hessel deja huérfanos a movimientos como el 15-M

10 abr 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

«Yo también nací en 1917. Yo también estoy indignado. También viví una guerra. También soporté una dictadura». Así, de un solo tajo, arrancaba José Luis Sampedro el prólogo -de largo, lo mejor del libro- a la edición en castellano de ¡Indignaos!, el panfleto de solo sesenta páginas con el que Stéphane Hessel llamaba a la sociedad civil a una insurrección pacífica contra lo que el intelectual francés definía sin remilgos como «la dictadura de los mercados».

Sampedro, que en tantos detalles de su biografía coincidió con las peripecias de Hessel, ya no podrá añadir a su texto otra intersección en sus itinerarios: como el revoltoso galo, también falleció en el 2013, apenas unas semanas después de que el autor de ¡Indignaos! se despidiese con un portazo de la existencia (Hessel falleció el pasado 27 de febrero).

Réquiem tuitero

Ahora quedan huérfanos sus principales devotos, los indignados miembros de movimientos contestatarios como el 15-M, que habían tomado como referentes a estos dos irreverentes y veteranos pensadores sin pelos en la lengua. Sus airados herederos caldearon ayer las redes sociales con su réquiem tuitero por el difunto humanista hasta elevar la muerte de Sampedro a medalla de plata entre los trending topic mundiales.

¿Por qué extraña razón el discurso de dos nonagenarios criados en un mundo analógico y humanista cautivó a una generación amamantada ya con tabletas y formatos digitales? Tal vez porque en una Europa que obedece a ciegas el pensamiento único de Merkel y los merkelianos, obstinados en su letanía miope de la reducción del déficit, solo un puñado de voces disidentes han disparado las alarmas. Hessel y Sampedro han sido dos de esos heterodoxos que se atrevieron a decir alto y claro que no entendían por qué el Estado de bienestar se pudo construir en una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial y ahora, cuando a pesar de la crisis la situación no es comparable ni de lejos a la de aquel continente reducido a ruinas, las tesis neoliberales reiteran -por tierra, mar y aire- que la máquina de hacer billetes ya no da para pagar ese sistema social.

«La sociedad no puede claudicar ni dejarse impresionar por la dictadura actual de los mercados financieros que amenaza la paz y la democracia», alertó Hessel. «El dinero es el dios de esta civilización», rubricó Sampedro en el mano a mano con el que presentaron en Madrid, en marzo del 2011, la versión española de ¡Indignaos!

Frente a ese «insolente poder del dinero» los dos sabios proponían recuperar el espíritu libertario de la Resistencia contra los nazis y defender a pie de calle aquella Europa que se levantó de entre los muertos en 1945.