Sara Montiel, la mujer que tentó a Hollywood

Camilo Franco REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La actriz alimentó el mito de una vida desinhibida y provocadora

09 abr 2013 . Actualizado a las 15:17 h.

Aprendió a actuar antes que a leer y a partir de ahí lo hizo todo a su manera. Como un Don Juan artístico, nació en los molinos y subió a los palacios, conquistó a los hombres y se fumó los puros. Compitió con las diosas sin perder el acento. El personaje de Sara Montiel le gustó tanto a María Antonia Abad Fernández que, al final, lo fue retorciendo hasta convertirlo en parodia.

La Mancha es igual de profunda que Iowa, aunque sin caucus. Pero está mucho más lejos de Hollywood. Pero los viajes largos comienzan con etapas cortas. De Campo de Criptana, en Ciudad Real, a Orihuela, en Alicante. Allí la descubrieron cantando una saeta y con el contrato se fue a Madrid. En la capital volvió a ser descubierta por Vicente Casanova, dueño de la productora Cifesa. Desde ese momento, la actriz exhibió lo que las demás escondían: una sensualidad que le salía por los ojos y por las curvas. Hollywood compró su «raza» y para allá se fue, lo mismo al wéstern que al melodrama. En EE.UU. aprecian mucho que las actrices con carrera ascendente se casen con gente del espectáculo porque es lo más parecido a una casa real que tienen, antes y después de los Kennedy. Sara se casó con Anthony Man tras codearse con Gary Cooper o Burt Lancaster. Veracruz y Yuma son dos de los título de mediados de los años 50 protagonizados por la actriz. Fue después del viaje norteamericano, de regreso en España, cuando Sara Montiel filmó la imagen que la acompañaría para siempre en El último cuplé, dirigida por Juan de Orduña. Era 1957 y su presencia en la pantalla parecía prometer todo lo que se les negaba a los españoles. Quizá porque su personaje no podía ser de otra forma y los españoles no podían dejar de sublimar.

La película la convirtió en la estrella definitiva del cine y de la música. Pero después del exitazo buscó más la música que el cine, mientras comenzaba a mirar hacia atrás para recordar lo lejos que había llegado. A lo largo de su vida rodó sesenta películas, pero en los sesenta prefirió los espectáculos musicales, algunos conciertos y las apariciones televisivas a seguir una carrera cinematográfica. A pesar de la exhibición sensual de toda su carrera, o quizás por eso, esquivó el cine de destape que inundó España cuando sus habitantes dejaron de sublimar, pero no escapó ser por tres veces portada de Interviú.

Su memoria se fue ampliando a medida que pasaban los años de manera que la nómina de hombres «devorados» por Saritísima se fue agrandando. Gary Cooper, James Dean, Marlon Brando, Hemingway aparecen entre los eventuales. Giancarlo Viola, Pepe Tous y Tony Hernández, 36 años más joven que ella, entre los fijos. Aunque la confesión definitiva fue la de haber sido «querida» del premio Nobel Severo Ochoa. El espectáculo y la intelectualidad. Sara Montiel incluía también al poeta León Felipe y al dramaturgo Miguel Mihura y, de la misma manera que su memoria no se cortaba, tampoco se cortaba su lengua. Le preguntaron un día por Aznar en el año 1993. «Ese señor del bigote no tiene ni medio polvo», replicó.

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