La prosa afilada de Camba regresa con sus semblanzas

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

«Caricaturas y retratos» reúne por primera vez en un libro 30 perfiles publicados en la prensa por el columnista arousano

24 mar 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Vuelve el gran Julio Camba (Vilanova de Arousa, 1884-Madrid, 1962). En realidad nunca se fue, porque el agudo estilista gallego aún late en los cuatro mil artículos que, según apuntó en su día Josep Pla, «no tienen precedentes en la literatura castellana». Tampoco demasiados herederos. Así que conviene saludar la lenta, pero rigurosa, resurrección de su obra periodística. Uno de los culpables del rescate es Francisco Fuster, profesor de la Universidad de Valencia, que ahora recupera en Caricaturas y retratos (Fórcola Ediciones) treinta semblanzas literarias de grandes personajes de su tiempo.

«Aunque varias de estas semblanzas fueron incluidas por el pontevedrés en alguno de sus libros de viaje o en antologías de artículos misceláneos, la mayoría de ellas son prácticamente desconocidas, pues permanecían inéditas en formato libro y han sido rescatadas directamente de la hemeroteca», explica Fuster, que devoró en la sala de prensa de la Biblioteca Nacional las páginas de las cabeceras de la época -La Tribuna, El Sol, Abc, El Mundo y El País- donde escribía el columnista arousano.

De Sawa a Marx

El gran atractivo de Camba, claro, es precisamente su subjetividad. Lo mismo traza una estampa entrañable de los bohemios Emilio Carrere o Alejandro Sawa (de lo más logrado de este volumen) que suelta bilis sobre el presunto talento literario de Blasco Ibáñez o le enmienda la plana a las teorías de Karl Marx.

«La principal aportación del libro es que nos ayuda a conocer a Camba: sus filias y fobias literarias. Es evidente que no son retratos elaborados ni objetivos, sino retratos muy personales y, en algunos casos, puras caricaturas que exageran los defectos del autor en cuestión», subraya Fuster.

Deambula el prosista entre los salones de París, donde tropieza con los grandes académicos y sus pompas, y los cafetines bohemios del extrarradio de Madrid, donde aterriza, para compartir un café con dos tostadas con Emilio Carrere, «en una tertulia mixta de poetas, de anarquistas, de busconas y de ladrones, a la que servían de nexo los músicos del establecimiento».

«La gente debería leer el libro si quiere tener una visión diferente -irónica, mordaz, original- de unos autores a los que conocemos todos a partir de las tres o cuatro etiquetas que circulan. Desde ese punto de vista, el libro es autobiográfico porque Camba siempre habla en primera persona de los escritores a los que conoció y porque, cuando habla de gente a la que no trató, lo hace siempre de forma subjetiva, a partir de su propia experiencia», concluye el profesor de la Universidad de Valencia.