Premios Goya 2013: José Sacristán, orgulloso por la nominación, estará «encantado» si le dan el premio

Pacho Rodríguez

CULTURA

BENITO ORDOÑEZ

Según las quinielas, hoy recibirá su primer Goya por su papel en «El muerto y ser feliz». Este veterano de la escena nos habla de Galicia, del cine y de sus juergas con Fernán Gómez

17 feb 2013 . Actualizado a las 18:21 h.

José Sacristán o Miguel, ese articulista de Madrid, 1987, la película de David Trueba, premio a mejor actor en los José María Forqué. O Santos, en El muerto y ser feliz, ya Concha de Plata en San Sebastián en la misma categoría y aspirante hoy a un Goya que le llegaría a los 75 años. O ese Quijote que veremos en un par de meses en Galicia: Yo soy don Quijote de La Mancha, y que lleva a pensar que si el personaje tuviera voz sería la de este actor nacido en Chinchón en 1937. Todo esto es historia reciente de un histórico que vive tiempos de éxito, y que anula la tentación de la socorrida hemeroteca. Este hombre, de gabardina y sombrero es un fan de su profesión. Con su minicine en la casa de pueblo, en la que tiene butacas de verdad que se llevó de un teatro y en la que hay un reclinatorio, porque dice que «para ver a don Joseph L. Mankiewicz es obligatorio hacerlo de rodillas». Como el Goya que debe recibir hoy después de 115 películas.

-Dice Juan Cruz que viendo su trayectoria es un actor que siempre está en cartel?

-Llevo casi 60 años en esto. Una veces mejor que otras, pero nunca me ha faltado trabajo. Cuando estaba haciendo una cosa, sabía lo que iba a hacer después.

-En Internet dicen que se hizo profesional en el 62. ¿Se acuerda?

-No te fíes de lo que dice Internet. Yo empecé en 1960. Era mecánico en un taller y lo compaginaba con teatro de aficionados. Cuando me fui a hacer la mili a Melilla tuve suerte, porque fue romper con una etapa y al volver le dije a mi padre que quería ser actor. Y empecé de meritorio en el Infanta Isabel de Madrid, gracias a José Luis Alonso de Santos. Decía: «señor Jenkins» y ganaba 50 pesetas diarias. Estaban Alfredo Landa, Julia Gutiérrez Caba?

-Y desde entonces no ha parado. ¿Y eso cómo se hace? Por ejemplo, parece que ya no hace tele?

-Yo tengo un teléfono en casa. Afortunadamente puedo elegir. Si lo que me ofrecen por teléfono es interesante, lo cojo. Si no, me quedo en casa. En los últimos tiempos el teatro me ha ofrecido lo que me interesaba, hasta que aparecieron David Trueba y Javier Rebollo, y me ofrecieron Madrid, 1987 y El muerto y ser feliz y estoy encantado. Ahora parece que hay algo de televisión que puede estar bien.

-¿Una serie? ¿Se sabe algo?

-No, está todavía en vinagre. Pero no elijo por el medio en sí, sino por que la historia sea interesante.

-¿Cómo lleva que, después de tantos años, esté tan de actualidad por los premios?

-Forma parte de mi trabajo. Pero no puedes vivir pendiente de los premios. Si me los dan, los celebro. Pero me parece una temeridad estar pendiente de si te dan tal o cual premio. Yo no soy de los que digo que me da igual.

-Entonces, este Goya para el que está nominado, sí le hará pensar, ¿no?

-Me siento muy halagado y afortunado. Yo soy de los nueve que pusieron en marcha la Academia de Cine. Me siento muy orgulloso de donde está la academia y la repercusión que tiene. Si me lo dan, estaré encantado.

-¿Cree, habiendo trabajado ahora con Trueba o Rebollo, que la gente nueva está a la altura de la historia de los grandes nombres con los que usted ha compartido experiencia?

-¡Pero no te quepa la menor duda! Hay mucho talento y coraje. Ves películas que son tan diferentes y tan buenas que no hacen sino confirmar que hay unos profesionales buenísimos. Otra cosa son los problemas a los que tienen que hacer frente ahora.

-¿Usted se ha reinventado muchas veces?

-Reinventar no es la palabra. Yo aprendí de mi maestro Fernando Fernán Gómez a estar entrenado, que decía él. Este es un oficio para el que, en un país como este, hay que tener mucha cintura y saber verlas venir, porque te vienen de todos los colores. Tanto en las dos películas como en este Quijote me siento bien, rejuvenecido y atento a lo que proponen, porque son gente joven con muchas ideas.

-Decía que trabajar en el Teatro Español le permitió sacarse una espina, ¿le quedan más?

-No. Lo del Español venía de lejos y agradezco mucho a Natalio Grueso que nos haya dado esta oportunidad.

-¿Por qué gusta tanto usted en Argentina?

-La relación con el mundo de la sociedad y el espectáculo es más cómplice y los profesionales cuidan de no distanciarse. He estado haciendo unas 80 funciones de un espectáculo sobre Antonio Machado, y en España haré cuatro o seis. Esa es la diferencia.

?¿Y los de ahora son mejores que los de antes?

?¡Mira a Javier Bardem! Nadie ha llegado a tanto. Lo de antes igual era más doméstico. Aunque, claro, un Buñuel, un Berlanga o un Fernando Fernán Gómez son irrepetibles.

-¿Cómo era Fernán Gómez?

-Divertido, un lujo, un privilegio. No cabía la impostura. Disfrutarle era lo mejor. Era cariñoso y sabía estar con los amigos. Me hace recordar que pasábamos Fin de Año juntos y sus cumpleaños, y se armaban unas fiestas del copón.

-¿Le gusta ir de gira? ¿Qué espera de Galicia?

-Me encanta ir de gira por las cenas. Ahora, afortunadamente, se come bien en toda España, quien pueda pagar la factura. Además, yo voy el día antes. He trabajado muchísimo en Galicia. Ahora la cosa se ha puesto más complicada. Habiendo pulpo y tarta de Santiago y orujo, no tengo problema.

-Cuando va de viaje, ¿qué lleva siempre?

-Siempre viajo con Cantando bajo la lluvia y Siete novias para siete hermanos. Soy una fan de Stanley Donen.