«La lista de Schindler», la cinta mimada de Spielberg

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

Veinte años después, el director supervisa la restauración digital de la que considera su obra maestra, su homenaje personal a las víctimas del holocausto

09 feb 2013 . Actualizado a las 15:58 h.

«Pocos meses después del estreno de E.T., me entraron muchas ganas de rodar La Lista de Schindler. Quería informar al público de aquello, pero tardé diez años en desarrollar la madurez necesaria para decir: estoy listo para rodarla», confiesa Spielberg sobre la que es su obra más personal, aquella que por fin le abrió la puerta del Óscar al mejor director (el segundo llegaría cinco años después con Salvar al soldado Ryan y a saber si no recibe el tercero por su actual Lincoln). Veinte años después de su estreno, la película regresa al home cinema con una meticulosa restauración a partir del negativo original 35 mm, para servirla en alta definición bajo la supervisión del propio autor, que la considera su obra maestra, también por cuanto tiene de implicación emocional, considerando su origen judío. A partir del libro El arca de Schindler, escrito por Thomas Kenneally en 1982, y ganador del prestigioso premio Booker en ese mismo año, recrea la historia real de Oskar Schindler (Liam Neeson) durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Católico y además miembro del partido Nazi, logró la cesión de una fábrica confiscada en Cracovia, después de la invasión de Polonia por las tropas hitlerianas en 1939. A través de ella, salvó a más de 1.100 judíos durante el Holocausto, con gran riesgo de su vida y a cuenta de su patrimonio personal. Los empleó en su fábrica para mantenerlos alejados del campo de trabajo de Plaszow, en Polonia, en donde imponía su terrible ley el sádico comandante Amon Goeth (Ralph Fiennes), mientras entre ambos se interponía el contable judío Itzhak Stern (Ben Kingsley), trabajador de Schindler, conocedor de su estrategia humanitaria y al tanto de los interesados negocios de su patrón con el jefe del campo. La espera profesional y artística de Spielberg, valió la pena, ya que, pese a durar más de tres horas, haberse rodado en blanco y negro y pertenecer a un filón que el cine y la televisión habían afrontado en numerosas ocasiones, La lista de Schindler recibió doce nominaciones al Óscar, concretadas en siete estatuillas (además de mejor director y mejor película, también lo lograron el compositor John Williams, el guionista Steven Zaillian, el fotógrafo Janusz Kaminiski, los diseñadores de Arte Allan Starski y Ewa Braun, el montador Michael Kahn y los productores Gerald R. Molen y Branko Lustig).

Justa recompensa a una obra que reúne las mejores esencias del cine de Spielberg en su deseo de brindar un filme que lo alejara de su encasillamiento en el cine de evasión, inclinado hacia el género fantástico, y buscando desprenderse de su cliché de director para todos los públicos. Al rigor del proyecto y su explícita dureza se sumó su deseo de no rodarla en color, respondiendo al hecho de que: «Prácticamente todo lo que he visto sobre el Holocausto es en blanco y negro. Mi visión del Holocausto es lo que he podido ver en documentales y libros: en general, imágenes en blanco y negro muy austeras». Por esa razón, se eliminó del vestuario toda referencia al verde y a los colores semejantes a la piel, además de pintar los decorados a tono para lograr que destacaran los rostros en blanco y negro. Eso llevó a utilizar en el vestuario texturas como tweed y encaje.

En ese sentido, Spielberg anota: «Al fijarnos en documentos y fotografías de la época, nos dimos cuenta de que los prisioneros judíos no llevaron trajes de rayas hasta el final de la guerra. Hasta ese momento, llevaron ropa de calle. Esa no era la imagen que teníamos».

Rodada entre marzo y mayo de 1993, en numerosos exteriores de Cracovia (incluida la fábrica y el apartamento auténticos de Schindler), una de las pocas ciudades polacas que se salvó del desastre arquitectónico durante la guerra, se construyó una réplica exacta del campo de trabajo de Plaszow (con siete torres de vigilancia y 34 barracones), para poder rodarlo desde cualquier ángulo. Después de su estreno, se promovió en 1994 otro proyecto personal del autor, la USC Shoah Fundación Instituto para la Historia Visual y la Educación, para grabar entrevistas con los supervivientes y otras víctimas del Holocausto. Actualmente su archivo contiene casi 52.000 testimonios con el relato completo de la vida de cada uno, antes, durante y después, contados en primera persona.