Berlinale: Descalabro de Van Sant con la raquítica «Promise Land»

José Luis Losa BERLÍN

CULTURA

Ulrich Seidl cierra su brillante trilogía centroeuropea con «Paradise: Hope»

09 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Gus Van Sant se ha erigido en cineasta de culto a través de películas de forma radical como Elephant o Paranoid Park. También ha sabido adaptarse al medio comercial y ha facturado en Hollywood películas dignas, caso de Harvey Milk. En Berlín no ha aparecido ni el Van Sant autoral, ni siquiera el artesano. Es difícil ver por alguna parte la mano del director en la gruesa y casi telefilmesca Promised Land, película torpe, pueril, de injustificable presencia en la competición de Berlín si no fuese por lo que supone la firma de Van Sant en el cartel. También tengo que aguzar mis neuronas para comprender lo que le llevó a hacerse cargo de esta historia de vuelo raso, del género de cine ecológico, pero que, por mero contraste, convertiría a Erin Brokovich o A civil action en obras maestras instantáneas.

Entiendo que alguna lejana complicidad con Matt Damon de los tiempos de El indomable Will Hunting es lo que ha domado a Gus Van Sant a la hora de aceptar filmar este desastroso guion, escrito, producido e interpretado por el propio Matt Damon, en escena junto a Frances McDormand.

Promised Land quiere ceñirse al subgénero de lucha de intereses entre gran compañía energética y los habitantes de un pequeño pueblo. Pero el resultado no es que sea ya tópico o que abuse de lugares comunes. Su inanidad es mucho más grave que eso. Pasó por el Palast, fuese y no hubo nada, cuando lo que se merecía era una sonora bronca.

Ulrich Seidl al rescate

Para rescatarnos de ese cine lobotomizado llegó el austriaco Ulrich Seidl con la cáustica Paradise: Hope, centrada en un campamento para mantener a dieta a adolescentes obesos. Seidl ha filmado una trilogía que cierra ahora en la Berlinale, después de presentar en Cannes Paradise: Love y en Venecia ser premiado por Paradise: Faith.

En las tres se impone una visión demoledora de la Mitteleuropa triunfante de Merkel y adláteres. Paradise: Hope, a la altura de sus dos precedentes es cine feroz, acerado, demoledor de los cimientos estéticos y de la vieja y fea Europa. Vitriolo en estado puro que, cuando se puedan contemplar las tres obras juntas, muy pronto en España, demarcarán una de las más lucidas e implacables pinturas negras de la quinta de Ulrich Seidl sobre un continente en irremisible declive.