Wong Kar-wai regresa con «The Grandmaster», un filme poderoso

José Luis Losa BERLÍN

CULTURA

Inauguró la Berlinale, uno de los festivales de cine más prestigiosos

08 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Definitivamente, la Berlinale parece Cannes. El pase de prensa matinal de The Grandmaster cerró puertas, a sala repleta, media hora antes de la proyección. Esto es, puro Cannes. La expectación despertada por el retorno de Wong Kar-wai, seis años después de la aventura americana no del todo satisfactoria de My Blueberry Nights, con una obra que mira a las raíces de la cultura china y de su propia filmografía, se vio después algo enfriada con la recepción tibia del filme. Era evidente que el universo reciente de Wong Kar-wai, su profundidad lírica, no iba a tener encaje cómodo en el cine de artes marciales que es, o mas bien parece ser, su nueva película . A mí, sin embargo, me parece evidente que el kung-fu es solo la epidermis de The Grandmaster, el sustento sobre el cual construir una nueva elegía, una evocación dolorosa de lo perdido que sí entronca con el cine que lo consagró.

Yo veo en esta película ese marco del kung-fu como una primera piel del filme, de la misma forma que en el cine de gánsteres italiano, la Mafia es el cordón umbilical, el escenario amniótico. De hecho, The Grandmaster, según toma forma y la película va agrandándose, se revela como un tributo al Sergio Leone de Érase una vez en América. Es esto tan notorio que la introducción de la partitura original de Ennio Morricone en el clímax del filme de Wong Kar-wai es una licencia kitsch memorable.

Ya digo que, cuando la verdadera naturaleza de esta película rasga la primera capa, la piel de cine de acción, se hace por fin visible esa latente belleza y en la pantalla estalla ese leit-motiv que ha hecho grande a Won Kar-wai: la melancolía lacerante, el amor desangrado, la herida del tiempo.

El desequilibrio, la irregularidad de The Grandmaster es la imperfecta medida del tempo, la excesiva dilatación en dejar que el corazón del filme, poderoso, desbocado, tome las riendas. Pero eso no entorpece para que ese latido esté presente desde los créditos iniciales Y que deflagre, en la media hora final, en un nuevo prodigio arrollador, de hondura casi insolente, de coreografiía de la nostalgia.

En la sección Forum, reservada al cine mas alternativo, pasó la película catalana La plaga, de Neus Ballus. En un momento en el cual el cine español va entregar sus Goyas a Blancanieves, los imposibles, un artista y su modelo (es decir, en el mejor de los mundos), La plaga es una sencillísima, casi documental y muy honesta obra en cuyos personajes -dos trabajadores del campo, una mujer que ejerce la prostitución amateur, una anciana agonizante en un asilo, la sobreexplotada enfermera filipina que la cuida- uno sí reconoce retazos de la puñetera realidad.