Oscars 2013: «Amor», la gran sorpresa de las nominaciones

Alicia García de Francisco EFE

CULTURA

-

La película de Michael Haneke es toda una lección de dignidad y de soberbias interpretaciones

10 ene 2013 . Actualizado a las 23:33 h.

Michael Haneke se caracteriza por su escasa o nula complacencia en las historias que cuenta y Amor es otro ejemplo de su estilo duro y sin artificios, pero que rezuma dignidad en un tema muy complicado y que cuenta con unas soberbias interpretaciones.

Jean-Louis Trintignant y Emanuelle Riva muestran dolor y ternura a partes iguales en una lección de entrega a unos personajes que son ficción porque aparecen en una pantalla pero que son tan reales como si viéramos nuestro propio futuro reflejado en un espejo. La decadencia, la vejez, la enfermedad... todo por lo que cualquier ser humano pasará en mayor o menor medida. Esa última fase de la vida a la que el cine suele dar la espalda porque es demasiado dura y real.

Pero Haneke no es un realizador que se caracterice por rehuir los temas complicados o difíciles, como había demostrado en su filme anterior, la tremenda La cinta blanca.Y aunque en su nuevo trabajo, el realizador austríaco transforma la maldad en amor, no por ello endulza la historia ni la llena de subterfugios ni metáforas.Es la realidad, ni más ni menos. La única licencia que se ha permitido Haneke es situar la historia en una clase social media alta que evita la problemática social de los cuidados y que le permite centrarse en la evolución de los personajes.

Unos personajes -Georges y Anne- que tienen los rostros marcados por al experiencia de Trintignant y Riva, dos actores que se abren sin reparos y que permiten que el director les moldee a su forma, con una generosidad impresionante y sin pedantería que les impida mostrar su imparable decadencia.

En un precioso apartamento es donde se desarrolla toda la acción de una historia que nos cuenta cómo una pareja anciana vive con tranquilidad y llenos de inquietudes culturales una vida que cambia repentinamente cuando a la mujer sufre un ataque y una posterior parálisis. La dulzura con la que el marido la cuida se transmite a través de la mirada de Trintignant, un actor que realiza la interpretación de su vida, pese a que es el trabajo de su compañera de reparto el que ha conseguido nominaciones a los Óscar o los BAFTA.

Sí ganaron ambos los premios del cine europeo, al igual que Haneke como director y la película. Y ahora se batirá en los Óscar en las categorías de mejor actriz, guión, director, película de habla no inglesa y película general. Todo un logro que premia con justicia una película que llega mañana a los cines españoles y con la que Haneke sigue demostrando que es una de las voces más personales del cine actual, sin dejarse llevar por modas ni por efectos especiales o las tan de moda tres dimensiones.

Amor no será una película de récords de taquilla pero será, sin duda, un ejemplo de que el cine es estupendo para entretener pero también es un arma poderosa para remover conciencias.