La Conferencia Episcopal fuerza la dimisión del deán de Santiago

Xurxo Melchor / Camilo Franco SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

Xoán A. Soler

Dejará el cargo tras perder el códice y no controlar los robos en la catedral

19 dic 2012 . Actualizado a las 09:16 h.

José María Díaz dejará de ser en breve deán de la catedral de Santiago. Dimitirá, pero no por voluntad propia, sino porque así lo ha exigido la Conferencia Episcopal. La razón hay que buscarla en el descontrol que existía en la basílica compostelana y que quedó de manifiesto en la facilidad con la que se robó el Códice Calixtino. Más aún al conocerse que el ladrón confeso del famoso libro también sustrajo presuntamente grandes cantidades de dinero -hallaron dos millones de euros en sus domicilios-, hurtos que jamás fueron denunciados pese a producirse durante más de una década.

Las chapuzas que quedaron a la vista en el caso del códice no pasaron desapercibidas para el presidente de la Conferencia Episcopal, el cardenal Rouco Varela, que antes fue arzobispo de Santiago y conoce a la perfección la plaza. Exigió al actual arzobispo, Julián Barrio, que tomara cartas en el asunto. El objetivo era que el deán dejase el cargo. Podía alegar su mala salud y su elevada edad -82 años-, pero José María Díaz se resistió y se aferró al cargo. Hasta ahora.

Tras una conversación con el arzobispo, Díaz habría manifestado su conformidad con abandonar el cargo antes de que se inicie el juicio del robo del códice. La dimisión es un hecho, pero ni fue confirmada ayer por el Arzobispado de Santiago, que señaló que no hay nada oficial sobre este asunto, ni por el propio deán, que se limitó a decir que se conocerá en su momento.

Ese momento tendrá que ser necesariamente después de mañana jueves, porque José María Díaz quiere presidir la tradicional felicitación de la Pascua, pero no podrá demorarse mucho más porque la Conferencia Episcopal quiere que ya no sea deán cuando comience el juicio del códice. Y es que el Arzobispado tiene constancia de que en la sala se dirán cosas, sobre todo por boca del acusado, Manuel Fernández Castiñeiras, que podrían comprometer a la institución eclesiástica.