Groucho Marx, el genio más mordaz

óscar bellot MADRID / COLPISA

CULTURA

Hoy se cumplen 35 años de la muerte del genial cómico, un mito gracias a su corrosiva y surrealista interpretación del mundo

19 ago 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

«No estoy seguro de cómo me convertí en comediante o actor cómico. Tal vez no lo sea. En cualquier caso me he ganado la vida muy bien durante una serie de años haciéndome pasar por uno de ellos». Es una de las innumerables perlas legadas por Groucho Marx, el genio más mordaz de cuantos han habitado el planeta cinematográfico, maestro de la comedia y referente ineludible de intérpretes y realizadores que han hecho de una aproximación humorística a la realidad su modo de vida. Un mito gracias a su corrosiva y surrealista interpretación del mundo de cuya muerte se cumplen hoy 35 años.

Julius Henry Marx fue el cuarto hijo de un sastre sin talento y una frustrada artista de variedades. Su infancia estuvo marcada por las penurias económicas. Encerrado con sus cuatro hermanos, sus padres, dos de sus abuelos y una hermana adoptada en una modesta vivienda, soñaba con hacerse escritor, pero acabó entregándose al teatro, espoleado por su progenitora.

Fue ella quien le introdujo en el vodevil junto a sus hermanos Chico, Harpo, Gummo y Zeppo. Juntos recorrerían el país con números en los que cantaban, bailaban, tocaban todo tipo de instrumentos y, sobre todo, provocaban las carcajadas del público con su irreverente humor. A comienzos de los años veinte debutaban en Broadway y luego llegaron las geniales películas como Una noche en la ópera o El hotel de los líos.

La avidez con la que Groucho cortejaba a las mujeres le venía de su abuelo, un mago y ventrílocuo de quien también heredó su pasión por los puros. «Quiten a las esposas del matrimonio y no habrá ningún divorcio», apuntaba en otro de sus alardes de humor un hombre cuya última conquista sería Erin Fleming, de la que le separaban más de 50 años.

El 19 de agosto de 1977, el genio del absurdo fallecía en Los Ángeles a causa de una neumonía. Atrás quedaban tres hijos, una veintena de películas, varios libros y memorables citas: «Cuando muera quiero que me incineren y que el diez por ciento de mis cenizas sean vertidas sobre mi empresario», había manifestado. Así se hizo, al menos en lo tocante a la primera parte de su deseo.