La rosa roja

Ana souto villanustre

CULTURA

06 ago 2012 . Actualizado a las 13:38 h.

Su rostro estaba surcado por profundas arrugas, cual caminos una vez recorridos en el pasado. Sus cabellos blancos cubrían parte de su frente, dejando entrever dos luceros de puro azul turquesa. Su traje negro y su camisa blanca realzaban su figura. La única nota de color era la flor roja escondida bajo una de las solapas de la oscura americana. El curvado bastón de madera que sostenía en su mano derecha parecía la rama seca de un árbol brotando del pedregoso suelo, con afán de beber las últimas gotas de vida.

La mirada del anciano estaba perdida en el río plateado, cuyas aguas acariciaban con dulzura las raíces de los centenarios árboles y susurraban secretos a las mariposas de alegres y vivos colores.

El canto de los pájaros se mezclaba con la voz de la serpiente de plata, formando una pintoresca melodía que se perdía en la espesura del bosque. Tímidos rayos de sol se solaban entre la espesura del bosque, esparciendo su luz dorada con dulzura. El hombre se acercó a la orilla y con calma, cogió la rosa de su traje, sosteniéndola con mimo y delicadeza ente sus manos rugosas.

El anciano alzó su brazo en el aire con gracilidad y dejó caer la flor en el agua cristalina. Lágrimas brotaban de los ojos del hombre, deslizándose por su envejecida piel y dejando diminutas marcas en el cuello de su camisa. Los pétalos de la rosa parecían gotas de sangre flotando en el agua, lágrimas de un intenso dolor y melancolía.

Ana Souto Villanustre es estudiante de primero de Bachillerato