En un principio hubo 200 sospechosos y se siguió a personas en Roma y Latinoamérica

La Voz

CULTURA

08 jul 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Compleja y laboriosa. Así ha sido la investigación que ha desembocado en la recuperación del Códice Calixtino. Es cierto que ya el 8 de julio un policía dio el nombre de Manuel Fernández Castiñeiras como sospechoso del robo. Pero el electricista pasó en ese momento a engrosar una lista de personas a investigar en la que en los primeros meses llegaron a figurar doscientos nombres. Entre ellos, el del mismísimo deán del templo, José María Díaz Fernández, así como otros canónigos del cabildo y trabajadores de la basílica compostelana.

Comprobar la posible vinculación en el robo de tanta gente hizo que la investigación del Códice llegase hasta al menos un país latinoamericano, Venezuela, e incluso a Roma y El Vaticano. Había que descartar a todos aquellos que estuvieron cerca del famoso libro en las semanas previas a su sonada desaparición.

Uno a uno, se fueron descartando sospechosos, pero en la lista fue quedando el nombre de Manuel Fernández Castiñeiras. Hasta que ya solo figuró él. Fue entre diciembre y enero cuando los protagonistas de esta investigación, el juez José Antonio Vázquez Taín y el jefe de la brigada de Patrimonio, Antonio Tenorio, tuvieron el caso centrado. Habían pasado cuatro primeros meses de laboriosa y por momentos desconcertante investigación.

Pinchazos y seguimiento

Con la convicción total de que Fernández Castiñeiras había robado el Códice, la policía puso sobre él un sistema de vigilancia exhaustivo y que incluyó pinchazos telefónicos y vigilancia diaria. La estrategia que se escogió fue esperar a que alguno de sus actos o conversaciones revelasen la ubicación del libro y poder así detenerle sin temor a que esta joya medieval del siglo XII sufriese daños.

No fue así. El electricista no hizo ni dijo nada que diese pistas sobre dónde estaba el Códice. Se limitó a ir a misa mañana y tarde, a visitar algunos bares con amigos y familia, a trabajar en sus fincas de O Milladoiro y Negreira y a poco más. Taín y Tenorio decidieron entonces pasar a la acción. Arriesgarse y detenerle. Hubo suerte. Pero, sobre todo, hubo mucho y buen trabajo investigador.