La segunda destrucción de Pompeya

maría signo ROMA / CORRESPONSAL

CULTURA

CESARE ABBATE

La dejadez de las autoridades está acabando con la mítica ciudad

25 mar 2012 . Actualizado a las 08:00 h.

La que debería ser una de las mayores maravillas arqueológicas del mundo se muere en medio de la degradación y la indiferencia de las autoridades. Pompeya, patrimonio de la humanidad desde 1997, con sus 75 hectáreas de restos arqueológicos a cielo abierto, recibe cada año más de dos millones y medio de visitantes, que con tristeza constatan que lo que no consiguió el Vesubio, destruir la ciudad, lo está consiguiendo el ser humano con su dejadez.

Cuando sufrió la erupción del volcán, la ciudad contaba con una población de unas 15.000 personas. Según las crónicas, el 29 de agosto del año 79 d. de C. todo quedó escondido bajo capas de cenizas y lava hasta que en 1748 la ciudad fue redescubierta. El hallazgo fue de tal importancia que el rey de Nápoles, el futuro Carlos III de España, siguió con atención los primeros trabajos que sacaban a la luz las maravillas allí conservadas. Casas como la de los Vetti, o la famosísima Villa de los Misterios, con hermosísimos frescos, además del Foro, el Teatro o el Templo de Apolo, nos muestran cómo se vivía en aquellos tiempos.

Pero la polémica saltó a las primeras páginas de los periódicos italianos cuando en noviembre del 2010, a causa de las lluvias, se desmoronó un muro en la Palestra de los Gladiadores. Se puso en evidencia como los recortes que el Gobierno de Silvio Berlusconi había llevado a cabo en el Ministerio de Cultura habían tenido como consecuencia una reducción del personal y de las inversiones para la manutención del enorme patrimonio artístico del país. Además, la gestión de Pompeya en los últimos años ha sido un sucederse de comisarios especiales incapaces de solucionar sus problemas.

Pocos meses después, un vídeo realizado por Repubblica TV mostraba una situación trágica: perros que vagaban entre los turistas, domus cerradas al público, basura y andamios sin utilizar por todas partes y una evidente falta de personal de vigilancia del vasto recinto. A esto se unió el libro Vandali! (¡Vándalos!), de los periodistas del Corriere della Sera Sergio Rizzo y Gian Antonio Stella, donde Pompeya aparece como ejemplo de la decadencia en que viven muchas de las joyas artísticas de Italia, víctimas inocentes de una Administración y unos políticos incapaces de valorar el extraordinario patrimonio que posee el país.

Desgraciadamente, más de un año después de que el escándalo se hiciera público, la amenaza de derrumbes sigue vigente. No obstante, con el cambio de gobierno se ha abierto una esperanza ya que el nuevo ministro, Lorenzo Ornaghi, tras una visita a Pompeya, ha prometido nuevas inversiones gubernamentales, asegurando que la ciudad es «una prioridad» para el Ejecutivo.