Las Polaroid recuperan en Bangkok el glamour perdido

EFE

CULTURA

Noel Caballero

Una nueva corriente retro entre los adolescentes ha hecho desenpolvar las antiguas cámaras.

25 ene 2012 . Actualizado a las 12:28 h.

Las cámaras fotográficas de carrete y las instantáneas Polaroid han recobrado el glamour entre los adolescentes tailandeses al amparo de una nueva corriente de moda retro, tras caer en desuso por la llegada de la era digital. «Cuando parecía que la fotografía tradicional estaba muerta, surgió esta nueva tendencia para sacar del armario y desempolvar las cámaras antiguas», explica a Efe Khun Boy, propietario de una tienda que vende «joyas» del siglo pasado en Bangkok.

Los fieles del nuevo movimiento han elegido volver a colocar la película en sus vetustas cámaras y olvidarse, de momento, de las nuevas tecnologías digitales. «Para mi una fotografía es como un libro, necesito tocarla, tenerla entre la manos, saber que la puedo guardar y volverla a ver con el paso del tiempo», afirma la joven universitaria Salita.

A pesar de que la primera cámara digital fue desarrollada en 1975 por el estadounidense Steve Sasson, trabajador de la marca Kodak, no fue hasta mediados del 2000 cuando acabó por imponerse a la fotografía química.

«Trasnocho muchos días buscando cámaras antiguas por internet, no es nada fácil encontrar algunos de los modelos que más éxito tuvieron en su época», afirma el comerciante, cuya afición coleccionista se ha convertido en su principal fuente de ingresos.

La tienda se ha transformado en un «templo» para los amantes de la cámara de fotos tradicional y ofrece auténticos objetos de museo, como el primer modelo de la setentera Polaroid SX-70 o máquinas de diseños más vanguardistas creadas por las compañías para un público moderno.

Uno de los bienes más demandados e impulsores de esta moda son las cámaras lomográficas, un invento nacido en San Petersburgo cuando agonizaba la Unión Soviética y cuya característica principal es la saturación de los colores en el centro de la instantánea.

«El atractivo de esta cámara está en sus defectos, nunca sabes como saldrá la fotografía», comenta Sudathip Stecha, miembro fundador de la Embajada Lomográfica de Bangkok.

Durante los años 80 del siglo pasado, estas máquinas fueron las que se utilizaban en los países que conformaban el bloque socialista y estuvieron a punto de desaparecer tras la caída del muro de Berlín. En 1991, unos jóvenes austríacos que viajaban por la Checoslovaquia de la transición compraron un par de ellas en un mercadillo de segunda mano para inmortalizar su periplo.

De regreso a su país quedaron sorprendidos por las imágenes que sacaron con las lomográficas y decidieron montar una tienda e importar de forma clandestina del bloque soviético las cámaras de la marca LOMO.

A partir de entonces comenzó a crecer una nueva corriente artística basada en captar instantáneas con estas cámaras con la filosofía: «¡No pienses, dispara!».

El auge de la lomografía ha llegado a tal punto que muchas galerías internacionales de arte, como el Pompidou de París o el Museo de Arte Contemporáneo de Viena, han organizado exhibiciones con estas «imágenes defectuosas» y se han abierto decenas de «embajadas» en las metrópolis más importantes del planeta. «La intensidad de los colores, sobreponer varias imágenes en una sola fotografía, las variaciones de la luz o el efecto de antigüedad son algunos de los atractivos que ofrecen estas cámaras», apuntan en la Embajada Lomográfica de Bangkok.

Con su entrada en el mercado capitalista, los precios de estas cámaras se dispararon hasta cotizarse en la actualidad entre los 25.000 bat (más de 600 euros o 781 dólares) y los 4.000 bat (cerca de 100 euros o 130 dólares).

Algunos personajes famosos como el actor Robert Redford, el músico Moby, el deportista Michael Schumacher y el primer ministro de Rusia, Vladimir Putin, han confesado ser lomógrafos apasionados.