El cómic «15M. Voces de una revolución», un tributo a los indignados

EFE

CULTURA

La obra de Patricio Clavey y Lara Fuentes rinde homenaje a aquellos ciudadanos que se echaron a la calle para protestar contra el sistema.

25 nov 2011 . Actualizado a las 20:56 h.

Una careta de Anonymus sobre un fondo gris con las manos en alto de miles de personas indignadas abre el cómic 15M. Voces de una revolución, que rinde homenaje a aquellos ciudadanos que se echaron a la calle para protestar contra el sistema. Los autores, el ilustrador Patricio Clavey y la guionista Lara Fuentes, han querido, en palabras del primero, «inmortalizar a todos aquellos ciudadanos que salieron a las plazas españolas para protestar contra un sistema político y económico que nunca ha funcionado bien». Fuentes añade que ambos están «muy de acuerdo ideológicamente con el movimiento», y relata que estuvieron «en muchas concentraciones que se celebraron en la Plaza de Catalunya» (Barcelona) para «contribuir de alguna forma a la causa, y qué mejor que hacerlo como sabemos, haciendo cómics».

Y así, con esa idea estos dos amigos decidieron poner en marcha su primer cómic conjunto. 15 M. Voces de una revolución (Panini) se remonta al origen del movimiento con la frase «todo comenzó en Islandia, uno de los países de mayor calidad del mundo», para después ir dando voz a distintas personas, pertenecientes a diversos estratos sociales.

Los protagonistas no son reales, comenta Fuentes, pero sí son representativos de toda la gente que se unió al movimiento. Una estudiante de 21 años se queja de tener que compaginar sus estudios con el trabajo de pizzera porque no consigue un contrato, mientras que un jubilado condena la actuación violenta de la Policía. Todo ello, con una instantánea que se repite a lo largo de las viñetas y que muestra a los gobernantes, empresarios y banqueros con formas animales como ratas, cerdos o monos. «Es una clásica metáfora visual. Los seres humanos son la raza dominante, que piensa y que tiene herramientas para construir grandes cosas, pero aquí los animales representan la ignorancia de aquellos que lo han hecho mal y que han perjudicado a la sociedad», señala Clavey, licenciado en Bellas Artes y diseñador gráfico de profesión.

Con una técnica en el dibujo muy depurada y con una estética lúgubre de tonos verdes grisáceos que transmiten «el sentimiento de desesperación que sufre la gente hoy en día», el libro va desgranando estas historias en siete capítulos, que arrancan con distintos artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. «En un principio pensamos en seleccionar fragmentos de la Constitución, pero cuando leímos la Declaración de los Derechos Humanos vimos que era lo más sintético y nos servía para dejar claro que no se están cumpliendo esas máximas, porque aunque no estamos en un país en el que se violen los derechos, tampoco somos el primer mundo», afirma Fuentes, que se confiesa amante de grandes clásicos como Tintín, Astérix y Obélix o Mortadelo y Filemón.

Un testimonio escalofriante que cierra cada historia con el retrato de símbolos universales de la lucha por la libertad y los derechos humanos, portadoras ahora de la máscara de Guy Fawkes, el ciudadano inglés que intentó volar el Parlamento británico en 1605. «Mahatma Gandhi, Espartaco o la mujer del cuadro de La libertad guiando al pueblo son personajes que todo el mundo conoce y que aquí llevan una careta de Anonymus, porque el mensaje que queríamos transmitir es que el movimiento es la fuerza de una idea colectiva y no de nadie en particular», indica Fuentes.

La Wikipedia y las redes sociales también tienen un hueco privilegiado en este tebeo porque, según cuentan, su papel fue fundamental en la difusión y contagio del espíritu del movimiento. «Internet ha demostrado ser un medio fuerte, mucho más que los medios de comunicación que parece que están cada vez más al servicio de los gobernantes y no de los ciudadanos. En las redes sociales la información la cuenta la gente, no de la misma manera claro, pero libre de intereses económicos, por eso es más pura», concluye Clarey, admirador de ilustradores como Álex Ross o Alan Moore.