La animación gallega brilla en la Semana de Cine Español de Pekín

esperanza calvo PEKÍN / SERVICIO ESPECIAL

CULTURA

Sin diálogos, «De Profundis» conecta rápidamente con el imaginario oriental.

26 oct 2011 . Actualizado a las 17:49 h.

No habrá sido fácil traducir al mandarín el «gazpacho» que tanto se repite en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Para despejar dudas sobre el sabor de ese brebaje, símbolo de la película, los chinos pudieron probarlo en el cóctel con el que se inauguró la Semana del Cine Español en Pekín. Junto con Almodóvar comparten cartel otras nueve películas entre las que destacan Ágora, de Alejandro Amenábar y Buried, del gallego Rodrigo Cortés. También De Profundis, del coruñés Miguelanxo Prado, padre del popular Xabarín. «Es necesario que mostremos nuestro cine en China. En España no tenemos una gran industria, pero se nos da muy bien exportar premios Nobel, pintores geniales y poetas maravillosos. Ahí es donde podemos competir porque tenemos gente muy brillante», dice el autor gallego.

Sin diálogos, De Profundis conecta rápidamente con el imaginario oriental. La clave, según su creador, radica en que «existe una parte genética, no cultural, de elementos que permiten una emoción conjunta sin que exista un lenguaje expresamente de por medio». Por tanto, ¿qué comparten el espectador de Pekín que se sienta a ver la película y el que la ha visto en Galicia? «La tormenta, sin ir más lejos. No se trata de contarla como la vemos en el telediario, sino del cúmulo de sensaciones que nos asaltan cuando miramos al mar, enfurecido. Tiene más que ver con el sentimiento que con la realidad. Y eso solo se puede conseguir a través de la animación», argumenta Prado. El autor traza el concepto de su obra: De Profundis es un poema visual, es onírico, un sueño, un mundo que se balancea entre lo real y lo imaginario y funciona perfectamente en los sitios más diferentes y más recónditos.

La asignatura de la caligrafía

Miguelanxo Prado también ha venido para dar una conferencia en la Universidad de Tsinghuá. «Les interesa todo lo relacionado con el proceso productivo, con las técnicas. Con la generalización de los ordenadores, en Occidente hemos perdido las habilidades manuales. Pero aquí la caligrafía sigue siendo una asignatura. ¿Tu sabes lo qué es coger un pincel, mojarlo en tinta china y que no puedas apoyar la mano siquiera? Se les da muy bien el dibujo», explica. Ese ejército de buenos dibujantes, preparados para poder copiar eficazmente las 24 imágenes por segundo que dan vida a la magia del cine, va camino de convertir a la industria china de la animación en el gran taller del mundo. Otro capítulo muy distinto será el de la creatividad.