Al éxito fulminante de la novela contribuyó notablemente el detalle de que el propio Barack Obama la eligiese como su lectura veraniega durante las vacaciones del 2010. La polémica caldeó aún más el debate sobre la gran narrativa americana. Si en el 2001 la ultrafamosa presentadora televisiva Oprah Winfrey había retirado Las correcciones de su célebre club de libros por considerarla demasiado «compleja y oscura» (lo que alimentó, naturalmente, la curiosidad del público), un sector del feminismo norteamericano arremetió hace unos meses contra él por considerar que el canon de la gran novela americana solo incluía la obra de varones blancos.
Una portada de ida y vuelta
Conflictos al margen, el atronador aplauso de crítica y público a Libertad lo convirtió en la portada de Time de agosto del 2010. La histórica cubierta que había criticado sin tapujos en su célebre ensayo Cómo estar solo, publicado originalmente en la revista Harper?s en 1996, tras emerger de una profunda crisis creativa y personal que mantuvo paralizada su carrera. En su texto se lamentaba Franzen de que la misma página en la que había asomado un par de veces el retrato de James Joyce fuera ocupada por autores como Scott Turow o Stephen King. «El dólar parece ahora la unidad de medida de la autoridad cultural y una institución como Time, que no hace tanto aspiraba a dar forma al gusto nacional, ahora se dedica simplemente a reflejarlo», advertía entonces el mismo autor que con el paso de los años acabó sucediendo a Joyce y King en la portada. Una de esas paradojas que Jonathan Franzen borda en su prosa.