Brad Pitt presenta en Cannes «El árbol de la vida» en ausencia de Terrence Malick

Colpisa

CULTURA

La esperada cinta del director estadounidense provoca la primera gran división del festival.

16 may 2011 . Actualizado a las 22:08 h.

Era la película más esperada del 64 Festival de Cannes -con permiso de Almodóvar y La piel que habito, que no veremos hasta el jueves- y la polémica suscitada hará historia. El árbol de la vida es el quinto largometraje en 30 años de Terrence Malick (director de Días del cielo o La delgada línea roja). Se quiso proyectar en el festival de hace un año pero aún no estaba acabada.

Desde una hora antes a la proyección de las ocho y media de la mañana había ya enormes colas para acceder al Gran Auditorio Lumière y a las ocho y diez sus más de cinco mil plazas estaban completas, lo que ha provocado un considerable tumulto en la puerta por parte de la prensa que no ha podido acceder a la proyección. ¿A qué se debe tanta expectación? Se preguntarán ustedes. A que nadie sabía nada de esta película, salvo que en ella están Brad Pitt (que también es coproductor) y Sean Penn. Y a que Malick, como un Salinger cualquiera rehúye todo contacto con la prensa. Al menos para hablar de su cine.

Es más, ni siquiera ha venido a Cannes ¿Y la película? Pues, por resumirlo en una frase, se puede definir como una película mística, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva. Malick nos cuenta la historia de una familia acomodada, blanca y con dinero, de una exclusiva zona residencial de un pueblo de la Norteamérica de los 50, donde la madre recibe una mañana un telegrama comunicándole la muerte de uno de sus hijos en la guerra (cabe suponer que la de Corea). A partir de aquí, Malick reconstruye diversos momentos de la familia, la educación de los hijos por un rígido padre militar y una madre cariñosa y protectora.

Hermosa visión del mundo

Pero Malick no se limita a contarnos la vida de la familia. Se remonta a la creación del universo (con hermosísimas imágenes que parecen sacadas de un documental de National Geographic), el surgimiento de los planetas, la vida en la Tierra, con dinosaurios incluidos, con reminiscencias de Stanley Kubrick. Y también de la vida después de la vida, en la que vivos y muertos coinciden en un más allá con forma de playa: si la vida surgió del mar, todo acabará de nuevo en el mar. No es una película que deje indiferente, o se ama o se odia. Tras la multitudinaria proyección de la mañana, aplausos y abucheos se han mezclado a partes iguales.

Y muchas horas después de la proyección, aun se seguía discutiendo encarnizadamente de la película. El filme emociona en algún momento. Se le podría reprochar que sus personajes son personas acomodadas, con la vida resuelta, al menos al principio.

Pero es la historia de Malick. Sacar la vida de un gueto habría sido otra historia. Esta es una película muy hermosa en la que Malick nos ha dejado su visión del mundo.

«Harían falta varios días para explicar el proceso de creación de la película. El guion estaba muy bien escrito, era muy denso, pero Terrence Malick no quería seguirlo al pie de la letra. Le gusta atrapar la verdad al vuelo. Es por eso que la película desprende esa impresión de frescura. Además, casi todo se filmó a plena luz del día», ha dicho Brad Pitt, que hace una interpretación muy brillante y muy lejos de los personajes a que nos tienen acostumbrados: «Esta película es universal, Terrence Malick espera conmover a todas las culturas», ha concluido el actor.

La segunda película del lunes ha sido La Apollonide: Recuerdos de la casa cerrada, tercera de la cuatro películas francesas en competición. Dirigida por Bertrand Bonello es la historia de un lujoso burdel francés de los comienzos del siglo XX, una película tan esteticista como fría, llena de bellas señoritas sin ropa pero también sin pasión de ningún tipo. Bonello, que anteriormente había dirigido títulos como El pornógrafo, vuelve a explorar la sexualidad y el universo femenino. Aquí los hombres son sólo elementos muy secundarios. «Cuando existe un mundo cerrado, puede convertirse en un mundo de ficción» explicó Bonello tras una proyección acogida con leves abucheos y una frialdad glacial.