Kirk Douglas recordó las viejas maneras del espectáculo

c. f. redacción / la voz

CULTURA

01 mar 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Quien le puso más frescura a la noche fue Kirk Douglas tonteando con Melissa Leo, ganadora del Oscar a mejor actriz secundaria, y jugando con el bastón como si no le contemplara casi toda la historia de Hollywood, incluso del mejor Hollywood. Los años no le quitaron las maneras.

Sin embargo, la gala no fue tan generosa con algunos de los grandes de la industria. Caso de Francis Ford Coppola, Eli Wallace y Kevin Brownlow, a los que la Academia sacó para que recibieran la ovación pero no les dejó hablar ni moverse. Solo con los nombres puede parecer que fue un gran momento, pero fue más una foto para cumplir.

Colin Firth llevó la elegancia británica hasta el límite citando algunas necesidades corporales que le obligaban a marcharse, pero sin abandonar el mejor vocabulario. Como Hollywood no es país para quejas, el presidente de la Academia del Cine, Tom Sherak, salió solo para cumplir el protocolo y no habló ni del futuro del cine, ni de Internet, ni de las descargas.

Más espontánea fue Melissa Leo, que encajó entre sus palabras de agradecimiento un taco de uso habitual entre el público, pero que la Academia silenció, una demostración más de su blanquísima intención de que los Oscar sean correctos, formales aunque sean aburridos.

La Academia de Hollywood había anunciado a Anne Hathaway y James Franco como un reclamo para los nuevos espectadores. Pero la frescura no mandó en sus intervenciones. La presentadora tanteó los territorios de Judy Garland, el humor blanco y todo el cambio de vestuario posible. El presentador se cambió de traje, pero no de cara y se mantuvo durante toda la gala en la postura más aproximada a la del semáforo, aunque sin cambio de color. Por los viejos tiempos salió Billy Crystal y recordó que se puede poner algo de chispa en las palabras.

El tono blanco se mantuvo hasta el mismo final de la gala y no dejó a ningún familiar de premiado sin nombrar. El espíritu de Garland volvió al Kodak Theater con una canción final, Over the rainbow, cantada por un coro infantil procedente de Nueva York, en su versión más ligera, una interpretación que parecía inocente de más incluso para servir de música a un anuncio del más famoso de los refrescos.