«Territorio prohibido»
Director: Wayne Kramer. Intérpretes: Harrison Ford, Ray Liotta, Ashley Judd.
Unas notas previas para señalar otro de los muchos desmanes de los hermanos Weinstein contra la integridad de una obra. El sudafricano Wayne Kramer, que en el 2003 debutó con la pequeña joya indie The cooler (2003), rodó su tercera película, Territorio prohibido, en primavera del 2007 con un elenco de lujo. Cuando culminó el montaje, dejó la duración en 140 minutos, amparándose en un contrato que le garantizaba su derecho a la versión final. Y en esto se colaron los Weinstein y le dijeron vale, pero se estrena directamente en deuvedé? Para terminar de arreglarlo, contenía una secuencia sobre un crimen de honor entre iraníes y el lobby iraní-americano les obligó a suprimirla. Enterado de esa doble censura, el actor Sean Penn (con un breve papel como agente de inmigración) exigió su retirada del filme. El resignado Kramer hubo de pulirla en poco menos de media hora, pero Territorio prohibido (que es un digno drama policial) ya era otra cosa y en consecuencia su estreno pasó sin gloria en Norteamérica. Llega ahora a las pantallas españolas como de tapadillo, con dos años de retraso y casi cuatro desde su rodaje. ¿Quién dijo que hacer cine en Hollywood es aburrido?...
Guarda algunas similitudes con Crash (Paul Haggis, 2004), al centrarse en vidas cruzadas en el crisol de culturas de Los Ángeles, pero a favor de Wayne conviene señalar que ya en 1996 había filmado un mediometraje con el mismo título, Crossing Over, que aquí desarrolla hasta esos 140 minutos que los Weinstein le impidieron estrenar. El resultado se resiente aunque tampoco la desperdicia. Es verdad que el recuerdo del filme de Haggis empaña la percepción de una película que toma como base la inmigración ilegal, seducida por un sueño americano que pronto se torna en pesadilla, no tanto porque en torno a ella pululan policías y personajes de variada condición y pelaje, sino por la propia realidad. El guión intenta dar salida a los sentimientos; los buenos, representados en el agente encarnado por Ford, y los turbios, en el supervisor de las ansiadas green cards en la piel de Ray Liotta. También mostrando una serie de subtramas que dan al conjunto un aspecto atractivo pese a sus desequilibrios. Lástima que los Wenstein sean los de todo por la pasta y el filme de Wayne se vea condenado a un ostracismo inmerecido.