Mario Casas: «Sé que si algún día se me va la olla, hay gente que me lo dirá»

Pacho Rodríguez

CULTURA

Está de moda. Protagonizó los últimos taquillazos españoles. Gusta a todas. Pero no se le sube la fama a la cabeza.

21 ene 2011 . Actualizado a las 13:17 h.

A Mario Casas le llueven las miradas de deseo adolescente, la curiosidad de las chicas que son como él o mayores, y las de cierto morbo maternal por parte de mujeres treintañeras o algo más maduras. Mario a secas es, aunque no lo quiera, aunque aspire a una sólida carrera de actor, que en ello está, propiedad de las mujeres.

De momento. Es cierto que este joven coruñés tiene arsenal de sobra para desmentir que es un hombre espectáculo objeto. Pero, a bote pronto, se le pregunta a una joven: ¿y a ti qué te gusta de Mario Casas? «Mario es un bombón», dice. Y punto. Suficiente. Se lo llevaría a casa. De momento, lo tiene en forma de póster en su habitación. Y hoy se ha traído ese cartel por si el ídolo se lo firma en un acto promocional.

El actor gallego, nacido en A Coruña un 12 de junio de 1986, estrena Carne de neón, una película que pretende sumergirse en los bajos fondos para rescatar a un antihéroe que intenta salir del pozo metiéndose en la boca del lobo. Ese joven que interpreta Casas combina el dibujo de personaje que es adorablemente malo o estúpidamente bueno, rudo y de peluche, que tanta admiración provoca en las fans y que tan buenos resultados ha dado en la historia del celuloide. Mientras promociona este filme, dirigido por Paco Cabezas, y anunciado con el prestigioso antecedente que reza «de los productores de Celda 211», Mario Casas tiene en cartel Tres metros sobre el cielo, también La Mula y pendiente de estreno Tengo ganas de ti. Ha participado en Fuga de cerebros, Mentiras y gordas y El camino de los ingleses.

Así, resulta que Mario Casas, del que se podría decir que ha adelantado por la izquierda a algunos de sus compañeros de promoción, lleva cinco años tocado por una varita mágica que de nada serviría si no se sustentara en ciertas cualidades. En primer lugar, una innata naturalidad salvaje, su propio físico, y una normalidad que imprime a su presencia como si la cosa no fuera con él. Pero Casas, que a los 10 años se fue a vivir a Barcelona y que se confiesa gallego por los cuatro costados, tiene toda la pinta de medir su carrera al milímetro. Aunque pegara el gran golpe al ritmo de Los hombres de Paco, cuando ya se sabe que el vértigo catódico deja poco tiempo para pensar. Ese Aitor que interpretaba le sirvió para hacerse un hueco entre las series de éxito, darse a conocer y aumentar la cosecha de fans que ya había dado señales de vida cuando trabajó en SMS. Aunque es de justicia reconocer que la base de toda esta historia es el empujón, apoyo y sustento inicial dedicado por sus padres para hacer realidad el sueño de actor de un chico llamado Mario.

Él es ahora un tipo sereno, consciente de que es joven. Con suficiente ambición como para, al mismo tiempo, aprender y participar en nuevos proyectos. De hecho, ahí está en El barco, nueva serie de Antena 3. Y tiene sueños. Por ejemplo, un par de ellos que le apetecen mucho: trabajar en Galicia y trabajar con Luis Tosar.

-¿Qué le atrajo de este Ricky que interpreta en «Carne de neón»?

-Al leer el guión, me interesó ver una historia en la que todo está entrelazado. Y que se trataba, además, de un personaje complicado. Porque le pasan muchas cosas. Además, la base de este personaje me hacía pensar en cómo era en realidad. Y veía algo que me interesaba, como es el que se trata de alguien muy echado para adelante, pero que también está muy falto de cariño.

-Tuvo que ser interesante trabajar con estrellas como Ángela Molina, Darío Grandinetti o Antonio de la Torre.

-Claro, me contaban que se iba a rodar en Argentina. Con actores tan buenos, con Blanca Suárez, Macarena Gómez o Vicente Romero. La verdad es que es un reparto espectacular.

-¿Cómo se siente con tanta estrella y protagonizando la historia?

-Flipas. Con Ángela Molina fue un flechazo. Como estaba sin mis padres, Ángela fue como una madre para mí. Me abrazaba, me besaba? Con Darío, igual. Y Vicente Romero, que me parece que está espectacular, y que para mí ha sido un descubrimiento.

-Acción, suspense, comedia? Una película que se autodefine así, ¿cómo debe convencer a los críticos para que la respeten? ¿Hay que fingir intelectualidad para pasar el corte y gustar a los críticos?

-Parece ser que sí. Que es la única manera de que alaben una película. Tiene que ser de autor, con un guión complejo. Un claro ejemplo es Tres metros sobre el cielo, que nos han dado hasta en el cielo de la boca? Y la peli está gustando, se le está quitando prestigio. Y si sabes cuál es la base de la película me parece muy injusto. Se quedan en la idea de que es cine para hacer dinero y es mentira. Porque se busca provocar sensaciones en el espectador y esta película, la de Tres metros?, al final, no solo la van a ver adolescentes, sino público general en masa.

-¿A usted le afectan las críticas? Porque aunque no las lea, siempre habrá un amigo que se las recuerde?

-Sí, eso es verdad? Pero en la tele te meten más caña todavía. Yo intento no leerlas. Pero pasa lo que dices. Después de leer algunas, me dije: «Nunca más». Porque me afecta. No me conocen, ni saben cómo soy y atacan a mi persona. Lo que me enorgullece es que el público responda. Y eso sí está pasando.

-Para un actor joven como usted, ¿es importante combinar trabajo y formación?

-Intento aprender cada día. Por un lado, el público cada vez te conoce más, y las exigencias son mayores. Tengo más responsabilidad y quiero seguir trabajando más. Arriesgando. Esforzándome. Pensando que si dentro de dos años no estoy en esto, me dolerá, pero tendré la seguridad de haber dado el cien por cien.

-La nómina de actores jóvenes es amplia. ¿Eso es bueno o malo?

-Ni bueno ni malo. Yo necesito trabajar mucho, en el sentido de preparar bien mi papel. No lo concibo de otra forma.

-Evidente, ¿no?

-No te creas, he trabajado con actores adultos, de toda la vida, y yo trabajo más que ellos. Con los jóvenes ocurre igual. Los habrá que preparen mejor su trabajo y otros que no.

-¿Cómo recuerda sus inicios en la tele?

-Tenía 17 años, y ahí lo que haces es ubicarte. Te llena, pero todo va muy deprisa. Ahora soy más consciente. Siete años después, me sigue llenando tanto que cada trabajo me lleva a pensar en esforzarme aún más y sentirme orgulloso de poder hacerlo.

-¿Cuándo se dijo: «¡Anda, si tengo fans!»?

-Con SMS, a los 19 años. De repente, ves que la gente te va conociendo y te hace gracia. Se lo dices a tu madre: mira lo que me ha pasado. Lo curioso es que te acostumbras de manera natural. Lo mismo que si a los dos años me dejan de pedir autógrafos.

-Pero usted lleva todo esto con cierta normalidad. ¿Ha tenido que bajarle su ego al suelo algún familiar?

-Bueno? Es que esto no deja de ser un trabajo como otro cualquiera. Es más, he conocido a más gilipollas no actores que actores. Yo tengo unos principios que son mi familia y mis hermanos. En algún momento, cuando eres más adolescente, estás en la tele y tal, puede que se te vaya la cabeza, y salgas más de la cuenta, pero ahora ya no. Si mi madre me dice: «Tranquilízate, sales mucho», la escucho. Sé que si se me va la olla, hay gente que me lo dirá. Pero me ha ido bien ir de tranquilo por la vida.

-¿Cuándo comienza a sentirse actor?

-Todo esto empezó ya en Barcelona. Con 13, 14 o 15 iba solo o con mi madre a castings de publicidad. Me gustaba y me llamaba la atención el medio en sí.

-¿En A Coruña no?

-No. Sería porque yo era muy pequeño. Y en A Coruña hay menos trabajo de este tipo. Pero toda mi familia es de allí, de A Sardiñeira. Me siento orgulloso, y yo soy gallego. La gente se confunde por mis años en Barcelona. Ahora vivo en Madrid, pero yo soy gallego.

-¿Cuáles son sus recuerdos gallegos imborrables?

-Tengo en la cabeza el clima, la torre de Hércules, la comida, el olor? Hay algo que no se puede contar y que siento cuando pienso en Galicia. Cuando vuelvo a Galicia siento que vuelvo a mi casa. Y hay algo que siempre digo, y es que tengo muchas ganas de rodar en Galicia.

-Más difícil todavía: ¿cuál sería su primer recuerdo de A Coruña?

-La guardería. Aunque la recuerdo porque tengo vídeos. Incluso fui con mi madre hace poco, a ver si veía la clase en la que estábamos, la profesora? Pero ya no está la guardería.

-¿Un plan gallego para ahora?

-Lo primero ir a ver a mi abuela. Ver al resto de la familia, a los amigos, y comer.

-¿Sigue la carrera de los grandes actores gallegos, como Tosar y compañía?

-Por supuesto. Si uno de mis sueños es rodar en Galicia, hacer una película con Luis Tosar sería otro de mis deseos.